Page 99 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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dades, que se transformaron en enclaves urbanos, caso de Acerrae, cerca de Cremo
na, y de Melpum, próxima a Milán. Mucho más al sur, Caesena (¿etrusca Ceisna?)
también debió su existencia a un clan familiar, originario de Felsina.
No lejos de Caesena, en Verucchio, se ha localizado un importante asentamien
to etrusco, catalogado como «centro de frontera» por G. Sassatelli, cuyas necrópolis
—en especial la de Podere Lippi— han facilitado más de 500 tumbas con abundan
te material, comprendido entre los siglos ix y vi a.C. Su creación fue motivada por
la necesidad de controlar el río Marecchia, por el cual arribaba a Etruria buena parte
del ámbar que se precisaba (G. Colonna).
En la costa oriental adriática, los etruscos establecieron empória en Ariminum (Ri
mini) y en Ravenna, enclaves umbros. Pero los principales centros de etrusquización
de la zona costera se situaron en Spina y en Adria.
Spina, cerca de la actual ciudad de Comacchio, y dejando a un lado las tradicio
nes sobre su posible fundación etrusca (se asentó, quizá, sobre un enclave anterior
griego o tal vez umbro), surgiría en la misma época que Marzabotto. La misma, de
pequeña extensión, llegó a destacar, sobre todo, por su carácter de emporio comer
cial y su actividad marinera, conectada con el mar Adriático mediante un amplio ca
nal, ya desde el siglo vi a.C. Varios millares de tumbas (necrópolis de Valle Trebba y
Valle Pega), cerámicas rodias y áticas y diverso material con inscripciones etruscas,
griegas y vénetas testimonian su importancia como núcleo urbano y su gran acti
vidad exportadora de bronces etruscos y cerámica local a Atenas y a otros lugares
transalpinos, lugares estos que la abastecían del ámbar báltico. Spina llegó a contar
con un thesaurós en el santuario de Delfos, hecho que motivó que los antiguos defi
nieran la ciudad como polis hellenis (N. Alfieri).
Finalmente, de Adria o Hatria, enclave palafitico y luego portuario que daría
nombre al mar que la baña, hay que señalar —cualquiera que sea su origen, aunque
los historiadores romanos la consideraron etrusca— que estuvo ligada a la infiltra
ción tirrena, siendo punto desde donde se difundiría lo etrusco hacia tierras más nor
teñas. Mantuvo contactos con la cultura paleovéneta tardía y luego recibió influen
cias célticas. Sus necrópolis han facilitado diverso material cerámico, sobre todo grie
go (el más antiguo), así como volterrano.
Todos estos enclaves, como se ha dicho, sufrirían en el siglo iv a.C. las conse
cuencias de la presencia gala, la cual, según Dionisio de Halicarnaso (VII, 3), provo
caría una larga marcha de gentes etruscas, umbras y otros «bárbaros» hacia el sur.
L a Italia n o r o c c id e n t a l
A lo largo de la costa occidental tirrénica, desde las bocas del Arno hasta la actual
frontera francesa, los etruscos establecieron una verdadera cadena de pequeños empó
ria, según han evidenciado restos arqueológicos, que, aunque no constituyeron par
te de su espacio urbano, sí fueron proyección de sus comerciantes.
Ignoramos la importancia de Pisae (Pisa) en esta cadena económica, en razón de su
puerto, que para Catón el Censor —en Servio (AdAen., X, 179)— hubo de ser de crea
ción etrusca. De origen tal vez ligur, las excavaciones han facilitado objetos etruscos,
además de villanovianos y romanos, cronológicamente fechables entre el siglo viii
—caso de una monumental tumba, evaluada como el cenotafio de un jefe local— y el
siglo v a.C. (L. Banti, M. Cristofani). Muy interesantes, también, son las dos estatuas
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