Page 104 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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no —insula 5 de la Regio I—, totalmente columnado, con escalinata central de acce­
        so y cubierta de madera. Ha sido fechado en el siglo v a.C. y se piensa que fue dedi­
        cado al dios Tinia. La historia de Marzabotto finalizó, en cualquier caso, en la mitad
        del siglo iv a.C. al caer en manos de los galos.
           Los estudios de G. A. Mansuelli, entre otros autores, sobre tal enclave, evaluado
        en unas 25 ha de superficie, han permitido fijar muchos aspectos acerca de la urba­
        nística y de la arquitectura etruscas.
           Tal autor analizó igualmente la problemática de su planimetría conectada con los
        puntos cardinales (analogía entre templum celeste y forma urbana) y con las operaciones
        rituales de su fundación. Lo mismo cabe decir de G. Sassatelli, quien revisó críticamen­
        te los problemas urbanísticos de dicha ciudad (auguraculum, templum, ejes, orientación).



        Ritosfundacionales

           La fundación de una ciudad, que siempre file un acontecimiento muy impor­
        tante para los etruscos, llevaba aparejada una serie de ceremonias prescritas en los
        Libri Rituales y en los Libri Tagetici y que  debían realizar los  sacerdotes.  Según  se
        sabe (Plutarco, Rómulo,  11), antes de fundar un enclave urbano, el augur, tras haber
        examinado convenientemente los signos y presagios, determinaba la ubicación y la
        orientación de la futura ciudad con relación al sol mediante un instrumento espe­
        cial  de mira (groma), distribuyendo  el espacio  en cuatro  sectores,  de  acuerdo  con
        un teórico templum celeste. Después, con un arado de bronce, tirado por un toro y
        una vaca, marcaba la limitatio o surco fundacional —de carácter sagrado— que se
        interrumpía en correspondencia con las puertas y que delimitaría el perímetro de
        la ciudad, el cual sería rodeado por una muralla. Este límite —a modo de pomerium
        romano— constituía el tular, vocablo etrusco de hondo significado sociológico, se­
        gún remarcó en su día S. Mazzarino, y que venía a ser un espacio sagrado, señala­
        do con mojones de término, y en el cual no se podía cultivar ni edificar. Una ins­
        cripción, hallada en Perugia (TLE, 571), sobre uno de aquellos mojones, recogía el
        antedicho vocablo en la expresión tezan teta tular,  que podemos interpretar como
        «Custodio del límite ciudadano».
           En el interior de la ciudad se abría, asimismo, una trinchera o pozo (mundus), sím­
        bolo tal vez del punto de convergencia del mundo de los vivos con el de los muer­
        tos, que se cubría con una bóveda de piedra, y desde el cual se trazaban la línea cardo
        (que iba en dirección norte-sur) y la decumana (en dirección este-oeste), dividiéndose
        sus espacios en cuadrículas o islas regulares separadas por calles, en las que se levan­
        tarían las casas de los ciudadanos y las residencias de los notables. Fuera de las mura­
        llas se solían levantar los templos, así como las necrópolis.
           Toda ciudad, para que se considerara como tal, según Servio (AdAen., I, 422), de­
        bía tener tres puertas, tres calles y tres templos. No obstante, muchísimas de las ciu­
        dades etruscas jamás se ajustaron a estas premisas, hecho observable en Orvieto, Vol­
        terra, Arezzo o Perugia, lugares en donde la configuración del terreno impidió seguir
        el etrusco ritu fundacional.
           En el supuesto de una destrucción urbana total o parcial, tal hecho, por atentar
        contra principios religiosos, constituía un acto sacrilego. Para evitarlo se debía recu­
        rrir a especiales ceremonias exculpatorias. El análisis de la destrucción ritual del con­
        junto de Murlo, a mitad del siglo vi a.C. (I. Edlund-Berry), o del santuario de Fufluns

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