Page 106 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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Si las murallas de las ciudades de la
Etruria meridional se hicieron con blo
ques de toba, las de las ciudades norte
ñas, en cambio, utilizaron la caliza, el
travertino y la arenisca. Arezzo, cuando
decidió reforzar sus murallas, recurrió al
adobe, circunstancia destacada por Plinio
el Viejo (Nat. Hist., XXXV, 170,173). Tan
to este autor como Vitrubio (De Arch., II,
8-9) atribuyeron a los etruscos la introduc
ción del adobe en Italia. Adobes proce
dentes de murallas, fechados en el siglo
viii a.C., han sido localizados en Vetulo
nia y Veyes. Del siglo vil a.C. en Ruselas,
levantados sobre una base de piedra.
De notabilísimo interés son las tres
líneas de murallas circulares que prote
gieron el hábitat etrusco ubicado en Pog
gio Civitella, al sur de Montalcino (Sie
na), que está siendo excavado en la actualidad. Tales murallas, sobre todo la interior,
convirtieron la acrópolis del enclave en una verdadera fortaleza que sin duda consti
tuyó en el siglo iv a.C. el baluarte más avanzado de Clusium sobre la Maremma. Las
dos murallas exteriores son poco consistentes, hechas con tierra prensada y leña, no
así la interior —de unos 40 m de diámetro—, a base de doble paramento pétreo en
seco, relleno de cascotes y tierra, con parapeto superior para una eficaz defensa.
La ciudad solía contar con tres —como se dijo— o, en algunos casos, con cuatro
puertas principales de acceso, todas ellas abovedadas, en forma de cañón, y grueso
arco exterior de medio punto, con dovelas perfectamente uniformes; arco que se ha
llaba decorado con tres prótomos que representaban cabezas humanas, distribuidos
uno en la clave externa del arco y los otros dos, cuando los había, en sus arranques
laterales. Buen ejemplo de ello son las Puertas Marcia y Augusta de Perugia, ciudad
que contó excepcionalmente con al menos once puertas, la Porta allArco de Volterra,
y la Porta Giove de Falerii, por citar las más conocidas, todas de tiempos helenísticos.
La s c a sa s
Existen todavía serios problemas a la hora de estudiar las viviendas etruscas, tan
to las primitivas (cabañas villanovianas de planta circular, elipsoidal o rectangular)
como las de época histórica, dado que no se ha conservado ninguna de ellas intacta.
No obstante, las urnas en forma de cabaña o las paralelepípedas de época orientali
zante, las fachadas de las tumbas rupestres (entre otras, de Blera, Norchia y Castel
dAsso), las informaciones facilitadas por Vitrubio y, sobre todo, las excavaciones ar
queológicas realizadas a partir de los años 60 del siglo xx permiten aventurar sus as
pectos externos a través de su evolución.
Igualmente, los restos de Ruselas, Vetulonia, Tarquinia, Veyes, Acquarossa (Viterbo),
colina del Petriolo (Chiusi) y, sobre todo, Marzabotto —ya aludida— nos dan elemen
tos para conocer en parte sus materiales constructivos y sus plantas, y establecer así sus
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