Page 110 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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M. Cristofani, R. Staccioli y M. Torelli, se trata de los cimientos y restos ornamenta
les de un bloque de construcciones con dos fases edilicias palaciales. Una, orientali
zante, anterior al siglo vil a.C., destruida por un incendio, y otra del siglo siguiente,
arcaica, fase en la que tras un período ocupacional fue deliberadamente demolido el
«segundo palacio» en una especie de «destrucción ritual». Los restos ocupaban, sobre
un altozano, un amplio espacio edificado de unos 3.600 m2, con un total de 18 es
tancias (habitaciones, cuartos de estar, almacenes) distribuidas de modo simétrico en
torno a un gran patio con columnas de madera en tres de sus lados. En el otro lado,
carente del pórtico columnado, se abría una estancia central, precedida de un peque
ño oikos rectangular (8 x 6 m), destinada al culto colectivo del palacio.
De gran importancia artística y hondo significado social y religioso son los restos
hallados: sus diferentes tipos de tejas (tegulae, imbrices, kalypteres), sus acróteras, las te
rracotas arquitectónicas o lastras con variados relieves que se dispusieron por el inte
rior del gran patio, ennobleciéndolo, y no menos de 20 estatuas sedentes, hieráticas,
portando los atributos e insignias de sus poderes, tal vez figuras de los antepasados
divinizados de la gens propietaria, hombres y mujeres a modo de magines maiomm,
dispuestas en lo alto del tejado (entre ellas, el célebre cowboy). Se ha planteado la hi
pótesis de que las mismas se hallarían contemplando por los siglos las ceremonias y
quehaceres que se desarrollaban en el patio palaciego. Alternándose con ellas había
esculturas de animales reales y fantásticos (esfinges, grifos, gorgonas), proyectando,
sin duda, un aura divina (G. Sassatelli).
Este tipo de estructura, bien conocido en el mundo griego, chipriota y minora-
siático —recordemos los edificios tipo bithilani—, habla de un poderoso propietario
que actuaría como un verdadero rey absoluto, controlando no sólo la política y la
economía, sino también la religión de la zona.
El palacio de Acquarossa
Otro palacio —medio siglo posterior al de Murió y de menor superficie, levanta
do también sobre los restos de otro edificio anterior— ha sido detectado y estudiado
por el Instituto Sueco de Estudios Clásicos (C. E. Óstenberg) en Acquarossa —su
nombre etrusco se ignora—, cerca de Viterbo. Su estructura, en el Complejo monu
mental de la zona «F», es parecida a la de Murió, aunque menos articulada, y está for
mada por diferentes estancias en dos edificios («A» y «C») junto a otras construccio
nes, distribuidas sobre los tres lados de una pequeña plaza trapezoidal con pórticos
con columnas de madera, con basas y capiteles de piedra.
Esta plaza constituye hasta ahora —en opinión de G. A. Mansuelli— el único es
pacio común, conocido arqueológicamente con cierto detalle, en ámbitos etruscos.
Que hubieron de existir en la mayoría de las ciudades, no puede ponerse en duda,
no sólo por los restos de una construcción de planta oval de unos 35 m de longitud,
detectados en Caere, y la gran plaza (80 X 18 m) de Musarna de tiempos helenísticos,
sino también por lo dicho por Tito Livio (VII, 15) al aludir al forum de Tarquinia, lu
gar en donde en el año 356 a.C. fueron sacrificados 307 prisioneros romanos. Esta
referencia es, que sepamos, el único dato, en las fuentes, que testimonia la existencia
de un espacio público en una ciudad etrusca.
En Acquarossa, el espacio reservado al culto (un pequeño templo con prónaos) se
levantó aparte, fuera de su estructura palatina, por lo que su propietario —un dinas-
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