Page 114 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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(TLE, 515)—, aprovechando en no pocos casos los flancos rocosos de las escarpas o
        las pendientes de las colinas —caso de las necrópolis de Norchia—, o, simplemente,
        excavando en el subsuelo toboso de las llanuras grandes elementos arquitectóni­
        cos —caso de Caere. La geomorfología del terreno file siempre la responsable de las
        tipologías de las tumbas, según han demostrado los estudios de J. P. Oleson.
           A las tumbas se les ha dado un nombre convencional italiano, nombre que ha
        sido aceptado en la literatura científica, o bien, sin más, se las ha numerado (caso
        de las existentes en las necrópolis de la Banditaccia, del Sorbo, del Monte Abatone, de
        Bufolareccia, por ejemplo, todas en Caere, o de las numerosísimas tumbas de algu­
        nas necrópolis de Tarquinia, como la registrada con el número 6.120, descubierta
        en  1980).
           En el caso del nombre convencional, el mismo responde en líneas generales a la
        temática pictórica representada y también, como excepción, al de su afortunado des­
        cubridor. Dichos nombres, aunque sean fantasiosos, toscos e incluso incorrectos, son
        los admitidos universalmente. Así, puede hablarse de la «Tomba dei Tori, degli Augu-
        ri, della Caccia e della Pesca, del Triclinio,  della Nave,  dei Leopardi,  dell’Órco, del
        Barone, della Scimmia, dei Vasi Greci, della Fustigazione, della Pulcella, delle Olim­
        piadi...». O bien, de la Tomba Golini, Paolozzi, Frangois, Martini-Marescotti, por citar al­
        gunos ejemplos.


        Evolución de las tumbas

           Respecto a la evolución de las tumbas se puede seguir la misma desde la época
        protovillanoviana, con sepulturas de incineración —caracterizadas por sus urnas ci­
        nerarias bicónicas situadas dentro de pozos, excavados en la toba, bien simples, bien
        con revestimiento tumular—, hasta el final de la historia etrusca, con tumbas de cla­
        ra inspiración romana.  Es de suma utilidad la sistematización que en  1975 realizó
        F. Prayon acerca de la arquitectura funeraria etrusca para la época arcaica, pero el tra­
        bajo fundamental de conjunto sobre tal tipo de arquitectura sigue siendo todavía, en
        nuestra opinión, el de A. Akerstróm, aparecido en 1934.
           El  avance  demográfico y el mayor número  de decesos,  ya entrada la Edad  del
        Hierro, motivó la concentración de tumbas de incineración en adecuadas necrópo­
        lis, distribuidas en torno a las ciudades. Los pozos se vuelven más complejos, con es­
        tancias dobles, y cuando la incineración se ve sustituida poco a poco por la inhuma­
        ción, los precitados pozos dejan paso a las tumbas defosa rectangulares y a las tumbas
        de cámara (éstas entre los siglos vm  y v a.C.), preparadas para contener diferentes
        inhumaciones, por lo común pertenecientes a familias de filiación patrilineal.
           Las tumbas de cámara, que se convirtieron en el sepulcro específico de la aristocra­
        cia, cubiertas por lo general con un túmulo de tierra de forma cónica, rodeado de pie­
        dras  sobre  un  tambor liso  o  moldurado,  pueden  ser  consideradas  como  la primera
        muestra de la gran arquitectura funeraria etrusca, con una tipología muy variada que se
        inicia con tumbas en foima de thólos, a veces con pilastra central (Tomba della Montagno-
        la,  cerca de Florencia, por ejemplo). Desde luego, el túmulo no fue invención etrusca,
        sino que se inspiró en referencias orientales, todavía difíciles de precisar (F. Prayon).
           En Caere puede seguirse el desarrollo arquitectónico de las tumbas de la Etruria
        meridional, facilitado: a) por las tumbas de cámara construidas con bloques cerrados
        en su cúpula con lastras, b) por las cámaras semisubterráneas, excavadas en parte en


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