Page 22 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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DISCORDIA Y AMOR

              ¿Qué ocurre con  el miembro que Cronos ha arrojado
          al  mar,  al  Ponto?  No  se lo  traga  el oleaje  marino,  perma­
          nece en la superficie,  flota,  y la  espuma  de  su esperma  se
          mezcla con la espuma del mar.  De esta combinación espu­
          mosa alrededor del sexo, que se desplaza al capricho de las
          olas,  nace una soberbia criatura: Afrodita,  la diosa engen­
          drada por el mar y la espuma de la esperma de Urano. Na­
          vega  durante  cierto  tiempo  y  después  desembarca  en  su
          isla, Chipre. Camina sobre la arena y, a medida que avan­
          za, las flores más adorables y más hermosas nacen bajo sus
          pies.  El  séquito  de Afrodita,  que  avanza detrás  de  ella,  lo
          forman  Eros e Hímero,  el Amor y el  Deseo.  Este Eros  no
          es el  Eros primordial,  sino  un  Eros  que exige que exista a
          partir de entonces lo masculino y lo  femenino.  En ocasio­
          nes se dirá que  es  hijo de Afrodita. Así pues,  este  Eros ha
          cambiado de función. Ya  no  tiene el papel, como al prin­
          cipio del cosmos, de hacer aparecer lo que estaba conteni­
          do  en  la  oscuridad  de  las  fuerzas  primordiales.  Su  papel,
          ahora,  es el de unir dos seres perfectamente individualiza­
          dos,  de  diferente  sexo,  en  un  juego  erótico  que  supone
          una estrategia amorosa con todo lo que eso  implica de se­
          ducción,  de  consentimiento  y  de  celos.  Eros  une  a  dos
          seres  diferentes  para  que  a partir de  ellos  nazca  otro,  que
          no sea idéntico a ninguno de sus progenitores, pero que los
          prolongue  a  ambos.  Así  pues,  existe  ahora  una  creación
          que  se diferencia de la de la era primordial.  En otras  pala­
          bras,  al castrar a su padre,  Crono  ha instituido  dos  fuerzas
          que para los  griegos son complementarias,  una de las  cua­
          les se llama Ende, la Discordia, y otra, Eros,  el Amor.
              Éride  es  la  pugna en el seno  de  una familia  o  de una
          comunidad,  la  confrontación,  la  discordia  en  el  corazón
          de  lo  que  estaba unido.  Eros,  por el  contrario,  es  la con-


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