Page 23 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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cordancia y la unidad de algo tan diferente como lo feme-
         nino  y lo  masculino.  Ambos,  Eride y  Eros,  han  sido  en­
        gendrados  por el  mismo  acto  fundador que  ha  abierto  el
        espacio,  desbloqueado el tiempo y permitido a las sucesi­
        vas  generaciones  aparecer  en  la  escena  del  mundo,  final­
         mente abierta.
            Ahora  todos  esos  personajes  divinos,  con  Éride  a  un
        lado y Eros al otro,  comenzarán a enfrentarse y a comba­
         tirse.  ¿Por qué se pelearán? No tanto por constituir el uni­
        verso,  cuyos  fundamentos  ya  están  colocados,  como  por
        designar a su dueño. ¿Quién será su soberano? En lugar de
         un  relato  cosmológico  que  plantea  preguntas  de  este
         tenor: ¿Cómo empezó a existir el mundo? ¿Por qué lo pri­
         mero  fue el caos? ¿Cómo se ha formado todo lo que con­
         tiene el  universo?,  surgen  otras  preguntas,  y otros  relatos,
         mucho más dramáticos,  intentan responder a ellas,  ¿Cómo
         es que los  dioses, que han sido creados y que a su vez en­
         gendran, van  a pelearse y a destrozarse?  ¿Cómo van  a en­
         tenderse?  ¿Cómo  deberán  expiar  los  Titanes  la  falta  que
         cometieron  contra  Urano,  su  padre,  cómo  serán  castiga­
         dos? ¿Quién garantizará la estabilidad de un mundo cons­
         truido a partir de una nada que lo era todo, de una noche
         de la que ha surgido la propia luz, de un vacío del que na­
         cen la plenitud y la solidez? ¿Cómo llegará el mundo a ser
         estable  y  organizado  con  unos  seres  individualizados?  El
         alejamiento  de  Urano  abre  el  camino  a  una  serie  ininte­
         rrumpida  de  generaciones.  Pero  si  los  miembros  de  cada
         generación de dioses se pelean entre sí,  el mundo carecerá
         de estabilidad. La guerra de los dioses debe tener un final,
         para que el orden del mundo quede definitivamente esta­
         blecido.  El telón se levanta sobre los combates por la sobe­
         ranía divina.





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