Page 30 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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doles el privilegio de ingerir unos alimentos que aseguran
         la inmortalidad. Ya que lo que caracteriza a los Olímpicos
         es  que,  al  contrario  que los  hombres,  que se  nutrirán  de
         pan,  vino  y  carne  ritualmente  sacrificada,  los  dioses  no
         comen o,  mejor dicho,  ingieren un alimento que confiere
         la inmortalidad y está relacionado con una vitalidad inte­
         rior que,  contrariamente a la de los hombres, no se agota
         jamás  y desconoce  la  fatiga.  Después  de  un  esfuerzo,  los
         hombres  sienten  hambre  y sed.  Tienen  que hacer acopio
         de  energías.  Los  dioses  no  sienten  esta  preocupación
         constante.  Por el  contrario,  gozan  de  una existencia con­
         tinua,  por así decirlo.  El néctar y la ambrosía que se ofre­
         ce a los  Hecatonquiros  y los  Cíclopes  es  la confirmación
         de que forman parte,  realmente,  de las divinidades,  en  el
         pleno  sentido  de  la palabra.  Por  una  parte,  la astucia  su­
         til,  la  artimaña;  por  otra,  la  fuerza  bruta,  la  violencia
         y  el  desencadenamiento  del  desorden,  usados,  por  me­
         dio  de  los  Cíclopes  y los  Hecatonquiros,  contra los  mis­
         mos  dioses Titanes  que los  encarnan.  Finalmente,  al  tér­
         mino de diez «grandes años»  de dudoso combate,  los pla­
         tillos de  la balanza  se  inclinarán  del lado  de los llamados
         Olímpicos  a  causa  de  que  combaten  desde  la  cumbre
         del Olimpo.
             ¿Quiénes son  los Cíclopes?  ¿Qué aportan  a la victoria
         de  Zeus?  Le  ofrecen  un  arma  irresistible,  el  rayo.  Gea,
         siempre  presente,  es  quien  les  proporciona los  medios  de
         fabricarla,  de  la  misma  manera  que  sacó  de  su  seno  el
         blanco  metal  para  la  hoz  que  armó  la  mano  de  Cronos.
         También en este caso es ella quien  suministra los materia­
         les. Los Cíclopes, con su único ojo, como unos herreros, o
         un  Hefesto avant la lettre,  poseen aquel rayo que pondrán
         a disposición de Zeus para que lo utilice en cualquier mo­
         mento.  En  manos de Zeus, es una concentración de luz y
         fuego  increíblemente  poderosa  y  activa.  Se  entiende  que


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