Page 32 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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brantables. Cuando un adversario se lance contra él, Zeus
le arrojará el látigo luminoso de su mirada y su relámpago
lo rodeará. Sea por la fuerza del ojo o la del brazo, el
adversario cae domeñado. En el momento de esta siniestra
apoteosis del poder de Zeus, que supone como etapa ne
cesaria un retorno provisional al Caos, los Titanes son
arrojados al suelo. Zeus los derriba con los latigazos de
su rayo y el puño de los Hecatonquiros. Caen al suelo y
estos últimos arrojan sobre ellos una montaña de peñascos
bajo la cual los Titanes ya no pueden moverse. Esos dioses,
cuya fuerza se manifestaba mediante la movilidad y la
presencia continua, quedan aniquilados, inmovilizados y
sometidos bajo una masa de la que no pueden salir. Ya no
pueden ejercitar su fuerza. Los Hecatonquiros se apoderan
de ellos y los arrojan al mundo subterráneo. Los Titanes
no pueden sucumbir, porque son inmortales, pero son
enviados al Caos subterráneo, al brumoso Tártaro, donde
todo se confunde, una cavidad abierta en lo más hondo
de la tierra de donde no podrán salir. Para que no pue
dan volver a la superficie, Poseidón se encarga de construir
una barrera que cierre esa especie de collado que, en lo
más profundo del suelo, forma el estrecho paso que de
semboca en el mundo subterráneo y sombrío del Tártaro.
Por ese collado, igual que si fuera el gollete de una jarra,
se hunden todas las raíces que la tierra implanta en las
tinieblas para asegurar su estabilidad. Ahí es donde Posei
dón alza un triple muro de bronce y coloca a los Heca
tonquiros como fieles custodios de Zeus. Al bloquear
ese paso, se toman todas las precauciones para que la pri
mera generación de los Titanes no pueda volver a ver
la luz.
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