Page 37 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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sentirse sorprendido ni desorientado por nada,  de no ofre­
         cer jamás el flanco a un ataque inesperado. Así pues,  Zeus
         se casa con Metis,  que no tarda en quedar embarazada de
         Atenea.  Zeus  teme  que  un  hijo  pueda  destronarlo  a  su
         vez.  ¿Cómo evitarlo? Aquí vuelve a aparecer el  tema de la
         deglución.  Cronos se tragaba a sus hijos, pero no llegó a la
         raíz del mal, ya que mediante una métis,  una estratagema,
         un  vomitivo,  se  le  hizo  devolver  a  todos  sus  hijos.  Zeus
         desea  resolver el problema de  un  modo  mucho  más  radi­
         cal.  Se  dice  que  sólo  hay una solución:  no  basta  con  que
         Metis esté cerca de él como  esposa,  necesita convertirse él
         mismo en Metis.  No necesita una asociada ni una compa­
         ñera,  él  tiene  que  ser la  métis en  persona.  ¿Cómo?  Metis
         tiene  la  capacidad  de  metamorfosearse,  adopta  todas  las
         formas,  al igual  que Tetis y otras  deidades marinas.  Es ca­
         paz  de  convertirse  en  animal  salvaje,  hormiga  o  roca,  lo
         que sea. Un duelo de artimañas se desarrolla entre la espo­
         sa, Metis, y el marido, Zeus.  ¿Cuál de los dos vencerá?
             Hay más de un motivo para suponer que Zeus utiliza­
         rá  un  procedimiento  que  ya  ha  sido  empleado  en  otras
         ocasiones.  ¿En  qué consiste?  En la confrontación con una
         hechicera  o  un  mago  extraordinariamente  dotados  y po­
         derosos,  como  es  lógico,  el  enfrentamiento  directo  está
         condenado al fracaso.  Si, por el contrario, se aborda de un
         modo  artero,  cabe  una posibilidad  de victoria.  Zeus  inte­
         rroga  a  Metis:  «¿Puedes  adoptar  realmente  todas  las  for­
         mas?  ¿Podrías  ser  un  león  que  escupe  fuego?» Al  instante
         Metis  se  convierte  en  una  leona  que  escupe  fuego.  Tre­
         mendo  espectáculo.  Zeus  le  pregunta  a  continuación:
         «¿Podrías ser también  una gota de agua?»  «Sí, claro.»  «De-
         muestrámelo.» Así que ella se convierte en gota de agua, él
         se  la  bebe.  Ya  tenemos  a  Metis  en  el  vientre  de  Zeus.  La
         astucia  sigue  actuando.  El  soberano  no  se  contenta  con
         engullir  a  sus  eventuales  sucesores;  encarna,  a  partir  de

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