Page 39 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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ha  concebido  uniéndose  enamorada,  impulsada  por  la
         «Afrodita de oro»,  como dicen las tradiciones, a un perso­
         naje masculino que se llama Tártaro, Es ese abismo que en
         ella,  en  sus  profundidades,  representa  como  un  sucedá­
         neo, un eco, del Caos primordial. Subterráneo, brumoso y
         nocturno,  Tártaro  pertenece  a  un  linaje  completamente
        diferente  de esas  potestades celestiales llamadas  los  Olím­
         picos o incluso de los Titanes.
             En  cuanto  éstos han  sido expulsados  del cielo,  despe­
         didos  al  fondo  del  Tártaro  para  permanecer  allí  eterna­
         mente  encerrados,  Gea,  para  engendrar  un  nuevo  y últi­
         mo retoño, elige unirse precisamente a este Tártaro que se
         halla en las antípodas del cielo.  Gea se sitúa,  en tanto que
         suelo del mundo,  a media distancia entre el cielo etéreo y
         el  Tártaro  en  tinieblas.  Si  un  yunque  de  bronce  se  deja
         caer desde lo  alto  del cielo,  necesitará nueve días y nueve
         noches para alcanzar la tierra al décimo día. Y ese yunque,
         cayendo de la tierra hacia abajo, tardaría el mismo tiempo
         en llegar al Tártaro. Al crear a Urano y unirse a él,  Gea ha
         engendrado  todo el linaje de los dioses  celestiales.  Madre
         universal,  lo concibe y prevé todo.  Posee dones de oráculo
         y una  forma  de  premonición  que  le  permite  revelar  a  su
         preferido en cada combate,  las vías  secretas,  ocultas y ma­
         liciosas de la victoria.  Pero Gea también es la Tierra negra,
         la madre brumosa.  Subsiste en  ella algo caótico y primiti­
         vo.  No  se  identifica del  todo con  los dioses  que campean
         en  el  éter  brillante,  nunca  oscurecido  por  la más  mínima
         penumbra.  No  se  siente tan respetada como  merece entre
         esos personajes que, desde la cima del Otris y la del Olim­
         po,  se enfrentan incesantemente para dominar el  mundo.
             Recordemos  que al principio existió el Caos.  Después
         la  Tierra.  Gea,  la  madre  universal,  es,  en  realidad,  lo
         opuesto  al  Caos,  pero,  al  mismo  tiempo,  tiende  a  él;  no
         sólo porque en sus profundidades, a causa del Tártaro y el


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