Page 40 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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Érebo,  se  descubre  un  elemento  caótico,  sino  también
          porque  surgió  inmediatamente  después  de  él.  Fuera  de
          Gea, no existe nada más en el cosmos que el Caos.
              El ser que Gea engendrará, y que amenazará no sólo a
          Zeus,  sino  a  todo  el  sistema  divino  olímpico,  es  un  ser
          ctónico  en  el  sentido  terrestre:  Cthón  es  la  tierra  en  su
          aspecto sombrío y nocturno, no la tierra en tanto que ma­
          dre, asentamiento seguro para todos los seres que caminan
          por  ella  y  se  apoyan  en  ella.  Este  personaje  monstruoso,
          gigantesco y primordial es, en la forma en que Gea lo en­
          gendra,  una figura singular,  una especie de animal  mons­
           truoso,  en parte humano y en parte sobrehumano.  Posee­
          dor de una fuerza tremenda, tiene la potencia del Caos, de
           lo  primordial y el  desorden.  Sus  miembros  son  tan impo­
           nentes como los  de los  Hecatonquiros y están dotados de
           una fuerza, una agilidad y un vigor tremendos.  Sus pies se
           apoyan  sólidamente  en  el  suelo,  son  infatigables  y nunca
           cesan  de moverse.  Es la personificación del movimiento y
           la  movilidad.  No  se  trata,  como  ocurre,  por  ejemplo,  en
           algunos mitos del Próximo Oriente,  de una masa pesada e
           inerte  que  aumenta  sólo  en  determinados  momentos  y
           únicamente actúa como fuerza de resistencia que amenaza
           con ocupar todo el espacio entre la tierra y el cielo. Tifón,
           por  el  contrario,  está  en  constante  movimiento,  no  para
           de  dar  golpes,  agita sin  cesar las  piernas y los  pies.  Posee
           cien  cabezas  de  serpiente,  con  otras  tantas  bocas,  de  las
           que proyectan negras lenguas, y otros tantos pares de ojos,
           que arrojan  una llama ardiente,  una claridad que  ilumina
           esas  cabezas  serpentinas  y  que,  al  mismo  tiempo,  abrasa
           todo aquello hacia lo que dirigen sus miradas.
               ¿Y qué cuenta este espantoso monstruo? Utiliza múlti­
           ples  voces:  unas  veces  habla  el  lenguaje  de  los  dioses,  y
           otras  el  de  los  hombres.  Hay momentos  en  que  lanza  los
           gritos de todas  las  bestias  salvajes  imaginables:  ruge como


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