Page 53 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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cido  radicalmente  después  de  su  derrota  ni  incluso  des­
          pués de su parálisis o su muerte.
              Una de las versiones  de esta leyenda,  que vale la pena
          subrayar,  es  que de  los  despojos de Tifón  emanan vientos
          y borrascas,  manifestaciones en la superficie de la tierra y,
          sobre  todo,  del  mar  de  lo  que Tifón  habría  representado
          en el  universo si  hubiera resultado vencedor.  Si Tifón hu­
          biera derrotado a Zeus, un mal sin remedio,  un mal abso­
          luto,  habría  invadido  el  universo.  Ahora  que  ha  sido  de­
          rrotado y puesto fuera de juego,  algo de él permanece,  de
          todos  modos,  pero  ya  no  entre  los  dioses,  sino  entre  los
          pobres humanos.  De Tifón surgen  de repente,  de  manera
          imprevisible,  unos  vientos  terribles,  que  no  soplan  jamás
          en  una  única  dirección  como los  restantes vientos.  Noto,
          Bóreas o  Céfiro son vientos regulares,  vinculados  al Luce­
          ro de la mañana o de la tarde. En ese sentido, son hijos de
          los dioses.  Estos vientos  señalan a los  marineros  los  rum­
          bos  de la  navegación,  trazan  algo así como  inmensas ave­
          nidas aéreas sobre la superficie de la tierra o el mar.  Sobre
          el agua, que es un espacio infinito, como un Caos líquido,
          los  vientos  regulares  indican  unas  direcciones  garantiza­
          das,  gracias  a  las  cuales  el  navegante  encuentra  su  salva­
          ción.  Esos vientos no sólo soplan siempre en la misma di­
          rección,  sino  que también  son  estacionarios.  Bóreas sopla
          en  una época,  y Céfiro  en  otra,  de  modo  que  cuando los
          navegantes tienen que zarpar saben cuál es la estación pro­
          picia para un viaje en determinada dirección.
              Hay  otros  vientos,  totalmente  opuestos  a  ellos,  que
          son borrascosos, ventoleras cargadas de nieblas. Cuando se
          abaten sobre el mar, ya no se ve nada.  De repente, se hace
          la  noche y las  naves  se  pierden.  Ya no  existen  direcciones
          ni  puntos  de  referencia  estables.  Esos  vientos  son  como
          torbellinos  que lo  confunden  todo. Ya no  hay este  ni oes­
          te,  ni arriba ni abajo. Atrapados en  medio de este espacio


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