Page 56 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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nes y sus  miembros no envejecían.  Para ellos  no existía el
          nacimiento,  en  el  sentido  literal  de la  palabra.  Es  posible
          que  surgieran  de  la Tierra.  Es  posible  que  Gea,  la Tierra
          madre,  los hubiera parido, de la misma manera que había
          parido a los dioses. Tal vez, simplemente,  sin  que se plan­
          teara la cuestión de su origen,  estaban allí,  mezclados con
          los dioses,  iguales a los dioses.  En  aquella época,  por tan­
          to,  siempre  jóvenes,  los  hombres  no  conocían  el  naci­
          miento  ni la muerte.  No estaban sometidos al tiempo que
          mengua  las  fuerzas y hace  envejecer.  Al  cabo de  centena­
          res,  tal vez incluso millares,  de años,  siempre semejantes a
          lo  que  eran  en  la  flor  de  la  edad,  se  dormían  y desapare­
          cían  igual  que  habían  aparecido.  Ya no  estaban  allí,  pero
          eso  no  era  realmente  la muerte.  Tampoco  existían  enton­
          ces  el  trabajo,  la enfermedad  ni  el  dolor.  Los hombres  no
          tenían  que  labrar  la  tierra:  en  Mecone  todos  tenían  a  su
          alcance  cualesquiera  alimentos  y  cualesquiera  bienes  que
          desearan.  La  vida  se  parecía  a  lo  que  algunas  leyendas
          cuentan  de  los  etíopes:  una  mesa  puesta  por  el  sol  les
          aguarda  mañana  tras  mañana,  y  en  ella ya  está servida la
          comida y la bebida.  No  sólo encuentran  allí todos los  ali­
          mentos y todas  las viandas,  sino  que las  mieses crecen  sin
          ser  cultivadas  y  los  manjares  ya  se  les  ofrecen  cocinados.
          La naturaleza entrega de modo espontáneo los más refina­
          dos y civilizados bienes de consumo necesario para la vida
          doméstica. Así es como viven los hombres en esos tiempos
          lejanos.  Conocen la felicidad.
              Las  mujeres  todavía no han  sido  creadas.  Existe lo fe­
          menino, hay diosas,  pero las mujeres mortales aún  no han
          sido creadas.  Los  humanos  son únicamente varones: de la
          misma manera que no conocen la enfermedad,  la vejez,  la
          muerte  o  el  trabajo,  tampoco  conocen la unión  sexual. A
          partir  del  momento  en  que  un  hombre,  para  tener  un
          hijo,  debe unirse a una mujer que le resulta a la vez seme­


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