Page 74 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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un  fuego  que  Zeus  introduce  en  el  hogar  y  abrasa  a  los
          hombres sin mostrar ninguna llama. El envío del fuego la­
          drón es la respuesta al robo del fuego. ¿Qué hacer en tales
          circunstancias?  Si  realmente la mujer sólo fuera ese espíri­
          tu  de  perra,  esa  embustera  que  sólo  mira  el  granero  con
          «grupa emperifollada» y mata a sus maridos envejeciéndo­
          los  antes  de  tiempo,  éstos  habrían  intentado,  sin  duda,
          prescindir  de  sus  esposas.  Pero  también  en  este  caso  se
          oponen  lo  interior y lo  exterior.  La  mujer,  por su voraci­
          dad,  su  animalidad y su  apetito  sexual,  es  una gastér,  una
          panza, un vientre.  Representa,  en cierto  modo, lo que tie­
          ne  de  animal  la  especie  humana,  su  componente  de  bes­
          tialidad.  En  tanto  que gastér,  almacena  todas  las  riquezas
          de  su  marido.  Cuando  Prometeo  ocultó  la  parte  de  ali­
          mento  que  reservaba  a  los  hombres  en  la gastér del  buey,
          no  se imaginaba las consecuencias  de su acción. También
          en este aspecto es víctima de su propia astucia. A partir de
          entonces se  presenta el siguiente dilema:  si  un  hombre  se
          casa,  su  vida  será  seguramente  un  infierno,  a  menos  de
          tropezar  con  una  esposa  excepcional,  cosa  que  no  es  co­
          rriente. Así pues, la vida conyugal es un infierno y los ma­
          les se multiplican.  En cambio, si el hombre no se casa, po­
          drá  tener  una  vida  feliz,  nadará  en  la  abundancia,  jamás
          carecerá de nada, pero en  el  momento de  morir,  ¿a quién
           corresponderá el patrimonio que haya acumulado?  Se dis­
           persará  e  irá  a manos  de  parientes colaterales  por los  que
           no  siente  ningún  afecto  especial.  Si  se  casa,  desencadena
           una catástrofe, y si no, también.
               La mujer es doble. Es la barriga, el vientre que engulle
           todo lo que su marido ha recogido penosamente a cambio
           de su esfuerzo, su trabajo y su fatiga, pero ese vientre tam­
           bién es el único capaz de producir lo que prolonga la vida
           de  un  hombre,  un  hijo.  El  vientre  de  la  mujer  aparece,
           contradictoriamente,  como  la  parte  tenebrosa  de  la  vida


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