Page 71 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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somos  siempre  y  simultáneamente  prometeicos  y  epime-
          teicos,  podemos prever,  hacer planes,  y,  las  más  de las ve­
          ces,  el curso de  las  cosas es  contrario  a nuestras  expectati­
         vas,  nos  sorprende  y  nos  pilla  indefensos.  Pues  bien,
          Prometeo  comprende lo  que va a ocurrir y avisa a su her­
          mano  diciéndole:  «Escúchame,  Epimeteo,  si  alguna  vez
          los  dioses  te  mandan  un  regalo,  es  muy  importante  que
          no lo aceptes y lo devuelvas al lugar de donde ha venido.»
          Evidentemente, Epimeteo jura que no lo aceptará.  Pero he
          aquí que los dioses le mandan  el ser más encantador ima­
          ginable. Tiene ante sí a  Pandora,  el  regalo  de  los  dioses  a
          los humanos.  Llama  a su puerta y Epimeteo,  maravillado
          y deslumbrado,  se  la abre de  par en  par y la deja meterse
          en  su  morada.  A la  mañana  siguiente,  está casado  y  Pan­
          dora se  ha  instalado  como  esposa entre  los  humanos. Así
          comienzan todas las desdichas de éstos.
              Ahora  la  humanidad  es  doble,  ya  no  está  constituida
          únicamente por seres de sexo masculino. La componen dos
          sexos  diferentes,  ambos  necesarios  para  la  reproducción
          humana.  A  partir  del  momento  en  que  la  mujer  ha  sido
          creada por los dioses,  los hombres ya no  surgen  por gene­
          ración  espontánea,  sino  que  nacen  de  las  mujeres.  Para
          reproducirse,  los  mortales  tienen  que  aparearse,  y  eso  de­
          sencadena un movimiento en el tiempo que es diferente.
              ¿Por qué, según los relatos griegos,  Pandora, la prime­
          ra  mujer,  tiene  un  corazón  de  perra  y un  temperamento
          de ladrón? Es algo que guarda relación con los dos prime­
          ros  actos  de  este  relato.  Los  hombres  ya  no  disponen  del
          trigo y el fuego como antes,  con  absoluta naturalidad, sin
          ningún esfuerzo y en todo momento. A partir de ahora el
          trabajo  forma  parte  de  la  existencia;  los  hombres  llevan
          una  vida  difícil,  parca  y  precaria.  Tienen  que  limitarse
          constantemente.  El campesino  dobla el espinazo  sobre  su
          campo  a  cambio  de  una  escasa  cosecha.  Los  hombres  ja­


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