Page 72 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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más  disponen  de  suficientes  bienes;  necesitan,  por  tanto,
          ser austeros y prudentes  para  no  gastar más  de  lo  necesa­
          rio.  Ahora  bien,  Pandora,  al  igual  que todo  el genos,  toda
          la  «raza»  de seres femeninos  que han  salido  de ella posee,
          precisamente,  la  característica de  mostrarse  siempre  insa­
          tisfecha,  reivindicativa  e  incontinente.  No  se  conforma
          con  lo  que  hay,  pues  siempre  es  poco  para  ella.  Quiere
          sentirse ahíta y colmada.  Es lo que expresa el relato al pre­
          cisar  que  Hermes  le  ha  dado  un  «espíritu  de  perra».  Su
          condición  de  perra  es  de  dos  tipos.  En  primer  lugar,  de
          tipo alimenticio.  Pandora posee un apetito voraz, jamás se
          harta de comer,  tiene que estar siempre sentada a la mesa.
          Es  posible  que  conserve  el  vago  recuerdo  o  el  sueño  de
          aquella época bendita de la edad de oro en Mecone, cuan­
          do,  en efecto,  los  humanos estaban  siempre a la mesa  sin
          tener que hacer nada.  En cualquier hogar donde haya una
          mujer  reina  un  hambre  insaciable,  un  hambre  voraz.  En
          este sentido,  la  situación  es  semejante  a  lo  que  ocurre en
          las colmenas.  Por  una parte,  están las  abejas  obreras,  que,
          desde primera hora de la mañana, vuelan por los campos,
          se  posan  en  las  flores y liban  el  néctar,  que  transportan  a
          su  colmena.  Por otra parte, están  los zánganos,  que jamás
          abandonan  la  colmena  y  nunca  están  ahitos.  Consumen
          toda la miel que las obreras han ido depositando paciente­
          mente.  Lo mismo ocurre en las casas de los humanos;  por
          una  parte  están  los  hombres,  que  sudan  en  los  campos,
          doblan  el espinazo  para abrir  los  surcos, vigilar y después
          recoger el grano, y,  por otra parte, en el interior del hogar,
          están  las  mujeres,  que,  al igual que los zánganos, engullen
          la cosecha.
              No sólo engullen y agotan todas las reservas, sino que
          la razón  principal  por  la que una mujer intenta seducir  a
          un  hombre  es  conseguir el  dominio  sobre  la  provisión de
          alimentos,  ser su dueña.  Con la habilidad de sus frases se­


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