Page 125 - ¿Y si quedamos como amigos?
P. 125
******Created by ebook converter - www.ebook-converter.com******
Saltaba a la vista que no quería decirme con quién había quedado. Me pregunté si ya
estaría saliendo con alguien. Hacía muy poco que había regresado, pero ¿qué otra cosa
podía ser? Desaparecía todo el rato y ponía excusas para no verme. Ni siquiera conocía
a Stacey. O sea, la conocía de vista, pero no me refiero a eso.
Lo mires por donde lo mires, Macallan prefería mantenerme al margen de sus cosas y
debía respetar su intimidad. Por nada del mundo quería empeorar las cosas.
Al principio de mi llegada a Wisconsin, siempre me estaba quejando del mal tiempo.
Qué poco imaginaba entonces que las olas de calor de agosto iban a convertirse en mi
peor pesadilla.
Keith y yo salimos juntos del entreno.
—Esto es lo nunca visto, California.
—¿Nunca han cancelado un entrenamiento?
Negó con la cabeza.
—No, no. Hablo de esta ola de calor. Es brutal.
Nos acercamos a su camioneta y quitó el seguro de las puertas.
—Gracias por llevarme, hermano.
—No hay problema —me dedicó una sonrisa socarrona—. Siento no haberte traído
una sillita.
Caray. Deseaba sacar mi licencia. Odiaba depender de mis papás y de mis amigos
para ir de un lado a otro, sobre todo al entrenamiento.
—Mira, si mañana tampoco hay práctica, podrías venir a mi casa y practicar
conmigo. Mi jardín está fresco por las tardes.
—Me gusta la idea —guardé silencio un momento. Ya sé que se supone que los
hombres tenemos que hacernos los duros, pero le agradecía mucho todo lo que estaba
haciendo para ayudarme a mejorar mi juego—. Y gracias por todo, hermano. No creo
que me hubieran aceptado en el equipo de no ser por ti.
—Ya, bueno, eres muy rápido. Necesitamos un jugador rápido —se rio—. Pero
mejor espera a que te saquen al campo para darme las gracias.
—Lo capto. Sal a la cancha, atrapa el balón y luego ya me escribirás cartas de amor,
¿no?
Detuvo el vehículo junto a mi casa.
—Sí, pero procura que Macallan no se ponga celosa. Es brava. Ojalá las nenas
jugaran a futbol.
Me bajé del coche y vi el auto del señor Dietz estacionado en el camino de entrada.
Entré corriendo y grité:
—¿Le pasa algo a Macallan?
Me detuve de repente al ver a mi mamá y al señor Dietz sentados muy juntos en la
******ebook converter DEMO - www.ebook-converter.com*******