Page 129 - ¿Y si quedamos como amigos?
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          habría dado media vuelta, pero no lo hizo.

             En cuanto salí, me quedé sin fuerzas. Tanta discusión, tanto drama, me había dejado
          agotado.
             Me encaminé hacia mi casa. Tenía que poner distancia con la que un día fuera mi

          mejor amiga.
             Si las cosas iban a ser así, prefería saberlo que seguir fingiendo otra cosa. Con cada
          paso que daba, me invadía una sorprendente sensación de libertad.
             Puede que el viaje de Macallan a Irlanda hubiera sido lo mejor que me podía pasar.
          Por  fin  había  comprendido  que  no  necesitaba  tenerla  cerca  para  ser  feliz.  La  había

          echado de menos, claro que sí, pero más a su recuerdo que a ella. Añoraba a la antigua
          Macallan.  Ella  había  cambiado,  y  yo  también.  Por  lo  visto,  ambos  nos  estábamos
          aferrando a una persona que ya no existía.

             En aquel momento, decidí poner punto final a todo aquel melodrama.
             Y  si  para  ello  tenía  que  vivir  sin  Macallan,  que  así  fuera.  Estaba  harto  de  sus
          jueguecitos.

          Las noches del domingo, ambos guardábamos las apariencias. Por suerte, sólo tuve que
          fingir  las  primeras  dos  semanas  del  curso  antes  de  empezar  a  poner  excusas  para

          escaparme de las cenas.
             Qué más daba. Mi fiesta de cumpleaños fue increíble. Mis amigos vinieron a casa
          después  del  partido.  Stacey  invitó  a  unos  cuantos  amigos  suyos.  Mi  mamá  invitó  a

          Macallan,  cómo  no,  pero  ella  no  pudo  venir,  gracias  a  Dios.  Ni  siquiera  me  regaló
          nada.  En  un  par  de  semanas  sería  su  cumpleaños  y  me  juré  pagarle  con  la  misma
          moneda.
             Si al menos mi familia se diera cuenta y dejara de hacer lo posible por reunirnos…
          Afortunadamente, tenía libres las noches del sábado, así que reservaba esos días para

          mi chica. Mi verdadera chica.
             Stacey se comportó con suma elegancia en todo momento, lo cual significa que nunca
          sacó a colación el asunto de Macallan. Todo le parecía bien, a diferencia de la otra. Se

          lo agradecí.
             Aquel sábado, cuando llegó en su auto, parecía supercontenta de verme.
             —Eh,  guapo  —se  acercó  y  me  dio  un  beso  rozándome  la  mejilla  con  su  cola  de
          caballo—.  Pensé  que  podríamos  ir  a  cenar  a  un  sitio  distinto,  para  variar.  ¿Qué  te
          parece?

             —Claro.
             Me encogí de hombros. No estaba de muy buen humor. La noche anterior habíamos
          jugado el tercer partido de la temporada y aún no me habían sacado al campo. Yo era

          rapidísimo y estaba mejorando mucho con el balón, pero el entrenador seguía sin contar


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