Page 128 - ¿Y si quedamos como amigos?
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          ella la que ahora no me prestaba atención. Era ella la que me ignoraba.

             Había  pasado  todo  el  verano  esperando  su  regreso  y,  ahora  que  había  regresado,
          tenía la sensación de que no estaba aquí.
             Estaba harto de esperar.

             —Me abandonaste —la frase salió de mis labios antes de que pudiera morderme la
          lengua—. Te confesé lo que sentía por ti y tú te largaste y me dejaste plantado. ¿Te
          puedes  imaginar  siquiera  lo  mucho  que  me  dolió?  Pero  te  di  tiempo,  tal  como  me
          pedías, y no dije nada porque esperaba que, cuando regresaras, todo estaría bien entre
          nosotros. Sin embargo, no es así. Ya no sé qué más hacer. Ahora no soy yo el que está

          raro.
             —¿De verdad? —me preguntó alzando la voz—. ¿Me echas a mí la culpa? Sí, me
          confesaste lo que sentías por mí. Dejaste abierta esa inmensa puerta. Y cuando regresé

          me la cerraste en las narices.
             —¿Una puerta? ¿Qué puerta te cerré en las narices? ¡Estaba deseando que regresaras
          a casa!
             Esta vez no me gritó. Le temblaba la voz.
             —En todo el tiempo que pasé en Irlanda, no dejé de pensar en ti. Me diste motivos

          para reflexionar, ya lo creo que sí. Y lo hice, Levi. Estaba decidida a conseguir que
          esto funcionara. Lo deseaba con todas mis fuerzas. Bajé del avión convencida de que
          protagonizaríamos un final feliz. Y de repente descubrí que me habías fallado. No dejo

          de  recordar  el  momento  en  que  aterricé  en  Chicago.  De  comparar  lo  que  esperaba
          encontrarme y lo que encontré al llegar. De pensar en lo tonta que fui. De modo que sí,
          Levi,  es  verdad  que  no  puedes  contar  conmigo  tanto  como  antes,  pero  yo  tampoco
          puedo contar contigo.
             —¿Me tomas el pelo? Claro que puedes contar conmigo, Macallan. Fuiste tú la que

          se  marchó.  Me  dejaste. Y  ahora  eres  tú  la  que  me  ignora.  Pasé  meses  esperando  tu
          regreso, y ahora estás aquí pero es como si no estuvieras. Así que dime qué quieres de
          mí, porque estoy harto de adivinarlo y harto de sentir que nada de lo que hago te parece

          bien. Por favor, explícamelo.
             Macallan abrió la boca y luego la cerró. El suelo la tenía hipnotizada. Ni siquiera
          quería mirarme.
             Pensé  que  haría  de  tripas  corazón  y  volvería  a  enfrentarla.  A  luchar  por  nuestra
          relación. Pero ella ya había tirado la toalla. Y, en aquel momento, me dio igual. ¿Por

          qué recaía sobre mis hombros la responsabilidad de arreglar las cosas entre nosotros?
          Y eso sin tener la menor idea de qué esperaba ella de mí.  Nada de lo que hacía le
          parecería bastante. Siempre me había exigido muchísimo y ahí radicaba el problema.

          Macallan no quería compartirme con los demás.
             Me  levanté  y  eché  a  andar  hacia  la  puerta.  Si  ella  hubiera  hablado  entonces,  me


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