Page 23 - El libro de San Cipriano : libro completo de verdadera magia, o sea, tesoro del hechicero
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gunos conjuros c invocaciones y  por más voluntad que puso en sus
     trabajos, éstos no le dieron resultado alguno. Desesperado y no sa-
     biendo la causa a que esto bedecía, tuvo que resignarse, por el mo-
     tivo que el Sol asomaba ya por el horizonte. Pasó caviloso todo el
     día y a la noche volvió a preparar sus trabajos con orden metódi-
     co: se proveyó de los talismanes más poderosos, hizo sus conjuros
     con energía y voluntad; pero, nada, los espíritus no acudían a su
     llamamiento. Completamente desesperado, los maldijo a todos y
     aun no eran pasadas dos horas, cuando fue preso por las autori-
     dades y acusado del asesinato que otro había hecho. Registrada
     toda la casa y en ocasión de salir el Sol, fue visto desde otra ven-
     tana por un esbirro el puñal que estaba clavado.
          Cuando él se enteró de esta circunstancia comprendió la cau-
      sa de la inutihdad de sus conjuros en las dos últimas noches, por
      razón de que en el puñal estaba la formada cruz y no era posible
     que los espíritus de Lucifer salvaran aquel obstáculo.
          Como generalmente en todos los pueblos y en todas las épocas
      se atribuye todo lo malo que otros hacen a los que se dedican a las
      artes misteriosas de la m.agia, no le valió al pobre de Atothas querer
     demostrar su absoluta inocencia, pues antes de llegar a la cárcel fue
      ejecutado por el populacho, incitado acaso por el verdadero asesino,
      para evitar que se aclarara el hecho y fuera conocida su inocencia
      con lo cual se hallaba expuesto a ser preso de un momento a otro.
          El novicio para poder hacer la experiencia, invocaciones y con-
      juros deberá en primer término estar libre de prejuicios, tener des-
      pejada su imaginación de todo pensamiento que no sea dedicado
      al trabajo que vaya a ejecutar. Se lavará con agua clara del río, per-
      fumándose luego con los polvos de rosa y lirio de Florencia. Al la-
      varse dirá: "Purifica esta agua que voy a usar ¡oh, poderoso Ado-
      nay! para que a mi vez sea yo purificado y limpio a fin de ser dig-
      no de poderte contemplar en toda tu majestad y belleza. Así sea".
          Una vez lavada la cara y la cabeza te secarás con mucha tran-
      quilidad y reposo y luego tomarás los polvos de rosa y hno con los
      dedos pulgar e índice de la mano izquierda y los echarás sobre el
      cuello y barba. Asimismo se perfuman los vestidos y al ponerse
      cada prenda, se dirá: "Las gracias de Adonay se coloquen sobre
      mi persona con igual voluntad y cariño como yo cubro mi cuerpo
      con esta prenda que tengo preparada con todas las reglas del arte,
      a fin de hacerme digno de los espíritus a quienes haya de invocar.
      Así sea".
          Una vez que se halle revestido de todas las prendas, dirá: "En
      esta hora solemne quiero invocaros con toda mi voluntad y buen
      deseo a vosotros espíritus excelsos que me acompañáis en mis tra-
      bajos "Astroschio", "Asath", "Bedrimubal", "Felut", "Anabatos"
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