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PRQLOGO


























                 Cada vez que leo Pierre Menard, autor del Quijote de Jorge Luis Borges. tengo la
                  1mpresión de que le habla directamente al calígrafo que labra escrituras de otras
                 epocas.  Pierre Menard, francés del siglo xx, ha «contraído el  misterioso deber de
                  reconstruir literalmente• la obra espontánea de Cervantes: no se trata de hacer una
                  transcnpcion mecánica del original, sino de escribir el Quijote desde su propia
                 experiencia y creatividad, tarea que el  mismo Menard reconoce como casi  imposible.
                  El  calígrafo, que se dedica a dominar solo las formas, y no el contenido de tiempos
                  pasados, lo tiene un poco más fácil.
                    Pero es cierto que existe una gran contradicción. Copiar a  un calígrafo de hace mil
                  ai'los implica aprender su técnica, codificarla e imitarla servilmente, mientras que él,
                  nuestro modelo, escribía con espontaneidad. Un calfgrafo es quien escribe bellas
                  letras.  Nuestro modelo quizá fuera solo escribano, copista: probablemente no era
                  consciente de la belleza de su producto. Nosotros intentn.mos viajar hacia atrás en el
                  tiempo. J.L.  Borges diría olvidar mil años de historia, sobre todo olvidar la  invención
                  de la  imprenta y sn efecto sobre la percepción que hpy tenemos de las letras. Casi
                  imposible, pero menos quijotesco.
                    Edward Johnston, el  calígrafo inglés que a principios del  siglo xx  redescubrió la
                  técnica de la  caligrafía occidental de gruesos y  finos, aseguraba que lo que más lo
                  acercaba a un calígrafo del siglo x era el útil, es decir la pluma de ave, y que si
                  resucitara, volaría igual que una del siglo x.  (Borges no nos dice si  entre otras
                  preparaciones de su método inicial, como por ejemplo  •conocer bien el español» y
                  ·recuperar la fe  católica•, Menard también aprendió a tallar una pluma y escribir
                  ron tintas del siglo xv1  sobre papel y piel.)
                    Como le ocurría a  Pierre Menard en su problema para crear la obra espontánea de
                  Cervantes, E.  johnston lamentaba no llegar a la espontaneidad del calígrafo a quien
                  trataba de emular: reconocía que siempre se sentiría refrenado por Sil  responsabilidad
                  como invest1gador de técnicas perdidas o por el deber ante sus alumnos  el deber
                  de explicar correctamente cada elemento recuperado del oficio.
                    E.  Jnhnston consideraba que sus antepasados, <<aunque  hiciesen  cosas bellas,  no
                  buscaban directamente la belleza ...  Obviamente tenían un suc•'lo de belleza divina en
                  c;us corazones, pero en el momento solo hacían algo útil.»
                    En  <•ste caso, ¿cómo se justifica una vocación? Una frase atribuida a Lloyd
                  J.  Reynolcls c.Je  Oregon ironiza sobre la caligrafía del siglo xx: «We do it  because we
                  don't havc to»  !La hacemos porqué no es necesaria¡. Es el  placer del  trazo que nos
                  capta y quizá basta como justificación; pero Lanza del Vasto thjo:  «C'est en faisant





                                                                                                                            \V
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