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ALEJAND!\O MAGNó.-102
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por el furor de las aguas-lleg6 más cerca de
los altos muros, las dificultades con que lu-
chaban los macedonios se multiplicaron. Des-
de sus bien fortificadas torres, los tirios les
hostigaban lanzándoles innúmeras :flechas. Se
les acercaban también en sus trirremes, por
la parte del mar, y después de burlarse de
aquella loca idea de unir con piedras y palos
el mar a la tierra, dificultaban por todos los
medios posibles la construcci6n del-terraplén.
Después de algún tiempo de esta lucha cons-
tante, de este incesante hacer los unos y des-
hacer los otros, Alejandro mand6 que, en la
parte del terraplén que más a!Vanzaba sobre
. el mar, se pusieran dos torres de madera,
provistas de la primitiva artillerfu de enton-
ces, y cubiertas de cueros 1 para que no se las
incendiara con tanta facilidad. Desde aque-
llas torres, los macedonios protegían el tra-
bajo de sus hombres_, y, aunque con grandes
penas, seguía su avance el terraplén.
A su vez los tirios no dejaban tampoco de
inventar ingeniosas máquinas con que des-
truir la obra de sus enemigos e impedir su
avance. Con maderas fáci1mente combusti-
bles, llenaron una nave y en la proa pusieron

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