Page 115 - El Retorno del Rey
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suyos y avanzaba hasta cabalgar detrás de la guardia del rey. La columna hizo un
      alto. Merry oyó que enfrente hablaban en voz baja. Algunos de los batidores que
      se  habían  aventurado  hasta  las  cercanías  del  muro  acababan  de  regresar.  Se
      acercaron al rey.
        —Hay grandes hogueras, Señor —dijo uno—. La ciudad está toda en llamas,
      y  el  enemigo  cubre  los  campos.  Pero  todos  parecen  tener  una  única
      preocupación: el asalto de la fortaleza y hasta donde hemos podido ver son pocos
      los que quedan fuera de los muros, y empeñados como están en la destrucción,
      no se dan cuenta de lo que pasa alrededor.
        —¿Recordáis las palabras del Hombre Salvaje, Señor? —dijo otro—. Yo, en
      tiempos de paz, vivo en la campiña y al aire libre. Me llamo Widfara, y también
      a mí el aire me trae mensajes. Ya el viento está cambiando. Ahora sopla una
      ráfaga  del  Sur,  con  olores  marinos,  aunque  todavía  leves.  La  mañana  traerá
      novedades. Por encima del humo llegará el alba, cuando paséis el muro.
        —Si es cierto lo que dices, Widfara, ojalá la vida te conceda cien años de
      bendiciones a partir de este día —dijo Théoden. Y volviéndose a los hombres del
      séquito les habló con voz clara, para que muchos de los jinetes del primer éored
      también pudiesen escucharlo.
        —¡Jinetes de la Marca, hijos de Eorl, la hora ha llegado! Lejos os encontráis
      de  vuestros  hogares,  y  ya  tenéis  por  delante  el  fuego  y  el  enemigo.  Vais  a
      combatir  en  campos  extranjeros,  pero  la  gloria  que  ganéis  será  vuestra  para
      siempre.  Habéis  prestado  juramento:  ¡Id  ahora  a  cumplirlo,  en  nombre  de
      vuestro rey, de vuestra tierra y la alianza de amistad!
        Los hombres golpearon las lanzas contra el brocal de los escudos.
        —¡Éomer, hijo mío! Tú irás a la cabeza del primer éored —dijo Théoden—,
      que  marchará  en  el  centro  detrás  del  estandarte  real.  Elfhelm,  conduce  a  tu
      compañía hacia la derecha cuando hayamos pasado el muro. Y que Grimbold
      lleve  la  suya  hacia  la  izquierda.  Las  compañías  restantes  seguirán  a  estas  tres
      primeras,  a  medida  que  vayan  llegando.  Y  allí  donde  encontréis  hordas  de
      enemigos,  atacad.  Otros  planes  no  podemos  hacer,  pues  ignoramos  aún  cómo
      están las cosas en el campo. ¡Adelante ahora, y que no os arredre la oscuridad!
        La  primera  compañía  partió  tan  rápidamente  como  pudo,  pues  pese  a  lo
      augurado por Widfara la oscuridad era todavía profunda. Merry iba montado en
      la grupa del caballo de Dernhelm, y mientras se sostenía con la mano izquierda,
      con la otra procuraba desenvainar la espada. Ahora sentía en carne viva cuánto
      había de verdad en las palabras del rey: ¿Qué harías tú, Meriadoc, en semejante
      batalla? « Lo que estoy haciendo, ni más ni menos» , se dijo: « convertirme en un
      estorbo para un jinete, ¡y conseguir al menos mantenerme en la silla y no morir
      aplastado bajo los cascos!» .
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