Page 111 - El Retorno del Rey
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Éomer  y  el  rey  deliberaron  un  momento  en  la  lengua  de  ellos.  Al  cabo,
      Théoden se volvió al Hombre Salvaje.
        —Aceptamos  tu  ofrecimiento  —le  dijo—.  Pues  aun  cuando  dejemos  atrás
      una  hueste  de  enemigos  ¿qué  puede  importarnos?  Si  la  Ciudad  de  Piedra
      sucumbe, no habrá retorno para nosotros, y si se salva, entonces serán las huestes
      de  los  orcos  las  que  tendrán  cortada  la  retirada.  Si  eres  leal,  Ghân-buri-Ghân,
      recibirás una buena recompensa, y contarás para siempre con la amistad de la
      Marca.
        —Los hombres muertos no son amigos de los vivos y no hacen regalos —dijo
      el Hombre Salvaje—. Pero si sobrevivís a la Oscuridad, dejad que los Hombres
      Salvajes  vivan  tranquilos  en  los  bosques  y  nunca  más  los  persigáis  como  a
      bestias. Ghân-buri-Ghân no os conducirá a ninguna trampa. Él mismo irá con el
      padre de los jinetes, y si lo guía mal, lo mataréis.
        —Sea —dijo Théoden.
        —¿Cuánto  tardaremos  en  adelantarnos  al  enemigo  y  volver  al  camino?  —
      preguntó Éomer—. Si tú nos guías tendremos que avanzar al paso; y el camino ha
      de ser estrecho.
        —Los  Hombres  Salvajes  son  de  pies  ligeros  —dijo  Ghân—.  Allá  lejos  el
      camino es ancho, para cuatro caballos en el Pedregal de las Carretas —señaló
      con la mano hacia el sur—, pero es estrecho al comienzo y al final. El Hombre
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