Page 114 - El Retorno del Rey
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Rohan no los volvieron a ver nunca más. Poco después se oyó otra vez en el este
lejano el batir apagado de los tambores. Pero en todo el ejército de los Rohirrim
nadie temió un instante que los Hombres Salvajes pudieran cometer una traición,
por más que pareciesen extraños y poco atractivos.
—Ya no tenemos necesidad de guías —dijo Elfhelm—. Hay entre nosotros
jinetes que han cabalgado hasta Mundburgo en tiempos de paz. Empezando por
mí. Cuando lleguemos al camino, doblará hacia el sur, y desde allí hasta el muro
de los confines de los burgos, habrá otras siete leguas. La hierba abunda a los
lados de casi todo el camino. En ese tramo los mensajeros de Gondor corrían
más que nunca. Podremos cabalgar rápidamente y sin hacer mucho ruido.
—Pues como nos espera una lucha cruenta y necesitaremos de todas nuestras
fuerzas —dijo Éomer—, yo propondría que ahora descansáramos, y que
partiéramos por la noche; de ese modo podríamos llegar a los campos cuando
haya tanta luz como pueda haberla, o cuando nuestro señor nos dé la señal.
El rey estuvo de acuerdo y los capitanes se retiraron. Pero Elfhelm volvió
poco después.
—Los batidores no han encontrado nada más allá del bosque gris, Señor —
dijo—, salvo dos hombres: dos hombres muertos y dos caballos muertos.
—¿Entonces? —dijo Éomer.
—Entonces esto, Señor: eran mensajeros de Gondor; uno de ellos podría ser
Hirgon. En todo caso aún apretaba en la mano la Flecha Roja, pero lo habían
decapitado. Y también esto: según los indicios, parecería que huían hacia el oeste
cuando fueron abatidos. A mi entender, al regresar encontraron al enemigo ya
dueño del muro exterior, o atacándolo, y eso ha de haber ocurrido hace dos
noches, si utilizaron los caballos de recambio de las postas, como es costumbre.
Al no poder entrar en la ciudad, han de haber dado media vuelta.
—¡Ay! —dijo Théoden—. Eso quiere decir que Denethor no ha tenido
noticias de nuestra partida, y ya habrá desesperado.
—La necesidad no tolera tardanzas, pero más vale tarde que nunca —dijo
Éomer—. Y acaso ahora el viejo refrán demuestra ser más cierto que en todos
los tiempos pasados, desde que los hombres se expresan con la boca.
Era de noche. Por las dos orillas del camino avanzaba en silencio el ejército de
Rohan. El camino que contorneaba las pendientes del Mindolluin corría ahora
hacia el sur. En lontananza, delante de ellos y casi en línea recta, había un
resplandor rojo, y bajo el cielo negro las laderas de la gran montaña eran
sombrías y amenazantes. Ya se estaban acercando al Rammas del Pelennor,
pero aún no había llegado el día.
En medio de la primera compañía cabalgaba el rey, rodeado por su escolta.
Seguía el éored de Elfhelm, y Merry notó que Dernhelm se separaba de los