Page 155 - El Retorno del Rey
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—Ha muerto, sí —dijo Éomer—, pero rogándome que le trajera un saludo de
      adiós a Eowyn, más amada que una hija. Yace ahora en la Ciudadela de Gondor
      con todos los honores.
        —Es doloroso, todo esto —dijo ella. Y sin embargo, es mucho mejor que todo
      cuanto yo me atrevía a esperar en aquellos días sombríos, cuando la dignidad de
      la Casa de Eorl amenazaba caer más bajo que el refugio de un pastor. ¿Y qué ha
      sido  del  escudero  del  rey,  el  Mediano?  ¡Éomer,  tendrás  que  hacer  de  él  un
      Caballero de la Marca, porque es un valiente!
        —Reposa cerca de aquí en esta casa, y ahora iré a asistirlo —dijo Gandalf—.
      Éomer se quedará contigo. Pero no hables de guerra e infortunios hasta que te
      hayas recobrado. ¡Grande es la alegría de verte despertar de nuevo a la salud y a
      la esperanza, valerosa dama!
        —¿A la salud? —dijo Eowyn—. Tal vez. Al menos mientras quede vacía la
      silla de un jinete caído, y yo la pueda montar, y haya hazañas que cumplir. ¿Pero
      a la esperanza? No sé.
      Cuando Gandalf y Pippin entraron en la habitación de Merry, ya Aragorn estaba
      de pie junto al lecho.
        —¡Pobre viejo Merry! exclamó Pippin, corriendo hasta la cabecera; tenía la
      impresión de que su amigo había empeorado, que tenía el semblante ceniciento,
      como si soportara el peso de largos años de dolor; de pronto tuvo miedo de que
      pudiera morir.
        —No temas le dijo Aragorn. He llegado a tiempo, he podido llamarlo. Ahora
      está  extenuado,  y  dolorido,  y  ha  sufrido  un  daño  semejante  al  de  la  Dama
      Eowyn, por haber golpeado también él a ese ser nefasto. Pero son males fáciles
      de reparar, tan fuerte y alegre es el espíritu de tu amigo. El dolor, no lo olvidará;
      pero no le oscurecerá el corazón, y le dará sabiduría.
        Y posando la mano sobre la cabeza de Merry, le acarició los rizos castaños, le
      rozó  los  párpados,  y  lo  llamó.  Y  cuando  la  fragancia  del  athelas  inundó  la
      habitación,  como  el  perfume  de  los  huertos  y  de  los  brezales  a  la  luz  del  sol
      colmada de abejas, Merry abrió de pronto los ojos y dijo:
        —Tengo hambre. ¿Qué hora es?
        —La  hora  de  la  cena  ya  pasada  —dijo  Pippin—;  sin  embargo,  creo  que
      podría traerte algo, si me lo permiten.
        —Te lo permitirán, sin duda —dijo Gandalf—. Y cualquier otra cosa que este
      Jinete  de  Rohan  pueda  desear,  si  se  la  encuentra  en  Minas  Tirith,  donde  su
      nombre es altamente honrado.
        —¡Bravo!  —dijo  Merry—.  Entonces,  ante  todo  quisiera  cenar,  y  luego
      fumarme una pipa. —Y al decir esto una nube le ensombreció la cara—. No, no
      quiero ninguna pipa. No creo que vuelva a fumar nunca más.
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