Page 307 - El Retorno del Rey
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Al caer de la tarde llegaron a las cercanías de Los Ranales, una aldea situada
      sobre el camino, a unas veintidós millas del Puente. Allí tenían la intención de
      pasar  la  noche:  El  Leño  Flotante  de  Los  Ranales  era  una  buena  posada.  Pero
      cuando llegaron al extremo este de la aldea encontraron una barrera con un gran
      letrero que decía Camino Cerrado; y detrás de la barrera un nutrido pelotón de
      Oficiales de la Comarca provistos de garrotes y con plumas en los sombreros.
      Tenían una actitud arrogante y al mismo tiempo temerosa.
        —¿Qué es todo esto? —dijo Frodo, casi tentado de soltar la carcajada.
        —Es lo que es, señor Bolsón —dijo el Jefe de los Oficiales, un hobbit con tres
      plumas—. Están ustedes arrestados por Violación de Puerta, y por Destrucción de
      Normas,  y  por  Ataque  a  Guardianes,  y  por  Transgresiones  Reiteradas,  y  por
      Haber  Pernoctado  en  los  Edificios  de  la  Comarca  sin  Autorización,  y  por
      Sobornar a los Guardias con Comida.
        —¿Y qué más? —dijo Frodo.
        —Con esto basta para empezar —dijo el Jefe de los Oficiales de la Comarca.
        —Si usted quiere, yo podría agregar algunos motivos más —dijo Sam—. Por
      Insultar  al  Jefe,  por  Tener  Ganas  de  Estamparle  un  Puñetazo  en  la  Facha
      Granujienta, y por Pensar que los Oficiales de la Comarca parecen una tropilla
      de Fantoches.
        —Oiga,  don,  ya  basta.  Por  orden  del  Jefe  tienen  que  acompañarnos  sin
      chistar. Ahora los llevaremos a Delagua y los entregaremos a los Hombres del
      Jefe; y cuando él se haya ocupado del caso, podrán decir lo que tengan que decir.
      Pero si no quieren quedarse en las Celdas demasiado tiempo, yo si fuera ustedes
      pondría punto en boca.
        Ante la decepción de los Oficiales de la Comarca, Frodo y sus compañeros
      estallaron en carcajadas.
        —¡No sea ridículo! —dijo Frodo—. Yo voy a donde me place, y cuando se
      me da la gana. Y da la casualidad que ahora iba a Bolsón Cerrado por negocios,
      pero si insisten en acompañarnos, bueno, es asunto de ustedes.
        —Muy bien, señor Bolsón —dijo el jefe, empujando hacia un lado la barrera
      —. Pero no olvide que está bajo arresto.
        —No  lo  olvidaré  —dijo  Frodo—.  Jamás.  Pero  quizá  pueda  perdonarlo.  Y
      ahora, porque no pienso ir más lejos por hoy, si tiene la amabilidad de escoltarme
      hasta El Leño Flotante, le quedaré muy agradecido.
        —No puedo hacerlo, señor Bolsón. La posada está clausurada. Hay una casa
      de Oficiales de la Comarca en el otro extremo de la aldea. Los llevaré allí.
        —Está  bien  —dijo  Frodo—.  Vayan  ustedes  delante,  y  nosotros  los
      seguiremos.
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