Page 304 - El Retorno del Rey
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reparten, y la mayor parte de las cosas nunca las volvemos a ver.
—¡Oh, ya basta! —dijo Pippin, bostezando—. Todo esto es demasiado
fatigoso para mí esta noche. Tenemos víveres en nuestros sacos. Danos sólo un
cuarto donde echarnos a descansar. De todos modos, será mejor que muchos de
los lugares que hemos conocido.
Los hobbits de la puerta todavía parecían inquietos, pues era evidente que se
estaba quebrantando alguna norma; pero era imposible tratar de contradecir a
cuatro viajeros tan autoritarios, todos armados por añadidura, y dos de ellos
excepcionalmente altos y fornidos. Frodo ordenó que volvieran a cerrar las
puertas. De todos modos, parecía justificado montar guardia mientras hubiese
bandidos merodeando. Los cuatro compañeros entraron en la casa de los
guardianes y se instalaron lo más cómodamente que pudieron. Era desnuda e
inhóspita, con un hogar miserable en el que el fuego siempre se apagaba. En los
cuartos de la planta alta había pequeñas hileras de camastros duros, y en cada
una de las paredes un letrero y una lista de Normas. Pippin los arrancó de un
tirón. No tenían cerveza y muy poca comida, pero los viajeros compartieron lo
que traían y todos disfrutaron de una cena aceptable; y Pippin quebrantó la
Norma 4 poniendo en el hogar la mayor parte de la ración de leña del día
siguiente.
—Bueno ¿qué les parece si fumamos un poco mientras nos cuentan las
novedades de la Comarca? dijo.
—No hay hierba para pipa ahora —dijo Hob—; y la que hay, se la han
guardado los Hombres del Jefe. Todas las reservas parecen haber desaparecido.
Lo que hemos oído es que carretones enteros de hierba partieron por el Camino
Verde desde la Cuaderna del Sur, a través del Vado de Sarn. Eso fue al final del
año pasado, después de la partida de ustedes. Pero ya antes la habían estado
sacando en secreto de la Comarca, en pequeñas cantidades. Ese Otho…
—¡Cierra el pico, Hob Guardacercas! —gritaron varios hobbits—. Sabes que
no está permitido hablar así. El Jefe se enterará, y todos nos veremos en
figurillas.
—No tendría por qué enterarse de nada, si algunos de los presentes no fueran
soplones replicó Hob, enfurecido.
—¡Está bien, está bien! —dijo Sam—. Es suficiente. No quiero saber nada
más. Ni bienvenida, ni cerveza, ni hierba para pipa, y un montón de normas y de
cháchara digna de los orcos. Esperaba descansar, pero por lo que veo tenemos
afanes y problemas por delante. ¡Vamos a dormir y olvidémonos de todo hasta
mañana!