Page 299 - El Retorno del Rey
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por dónde anduvo, ustedes lo sabrán mejor que yo. Parecía un perro viejo, y
estaba flaco como una caña, pero vivo. Nob lo ha cuidado.
—¡Qué! ¡Mi Bill! exclamó Sam. Bueno, diga lo que diga el Tío, nací con
buena estrella. ¡Otro deseo que se cumple! ¿Dónde está? Y no quiso irse a la
cama antes de haber visitado a Bill en el establo.
Los viajeros se quedaron en Bree el día siguiente, y el señor Mantecona no tuvo
motivos para quejarse de los negocios, al menos aquella noche. La curiosidad
venció todos los temores, y la casa estaba de bote en bote. Por cortesía, los
hobbits fueron al salón común durante la velada y contestaron a muchas
preguntas. Y como la gente de Bree tenía buena memoria, a Frodo le
preguntaron muchas veces si había escrito el libro.
—Todavía no —contestaba—. Ahora voy a casa a poner en orden mis notas.
—Prometió narrar los extraños sucesos de Bree, y dar así un toque de interés a
un libro que al parecer se ocuparía sobre todo de los remotos y menos
importantes acontecimientos del « lejano Sur» .
De pronto, uno de los más jóvenes pidió una canción. Y entonces hubo un
silencio, y todos miraron al joven con enfado, y el pedido no fue repetido.
Evidentemente nadie deseaba que algo sobrenatural ocurriera otra vez en el
salón.
Sin problemas durante el día, ni ruidos durante la noche, nada turbó la paz de
Bree mientras los viajeros estuvieron allí; pero a la mañana siguiente se
levantaron temprano, porque como el tiempo continuaba lluvioso deseaban llegar
a la Comarca antes de la noche, y los esperaba una larga cabalgata. Todos los
habitantes de Bree salieron a despedirlos, y estaban de mejor humor que el que
habían tenido en todo un año; y los que aún no habían visto a los viajeros
engalanados se quedaron pasmados de asombro: Gandalf con su barba blanca y
la luz que parecía irradiar, como si el manto azul fuera sólo una nube que
cubriera el sol; y los cuatro hobbits como caballeros andantes salidos de cuentos
casi olvidados. Hasta aquellos que se habían reído al oírles hablar del Rey
empezaron a pensar que quizás habría algo de verdad en todo aquello.
—Bien, buena suerte en el camino, y buen retorno —dijo el señor Mantecona
—. Tendría que haberles advertido antes que tampoco en la Comarca anda todo
bien, si lo que he oído es verdad. Pasan cosas raras, dicen. Pero una idea se lleva
la otra, y estaba preocupado por mis propios problemas. Si me permiten el
atrevimiento, les diré que han vuelto cambiados de todos esos viajes, y ahora
parecen gente capaz de afrontar las dificultades con serenidad. No dudo que muy
pronto habrán puesto todo en su sitio. ¡Buena suerte! Y cuanto más a menudo
vuelvan, más halagado me sentiré.