Page 298 - El Retorno del Rey
P. 298
—¿Allá arriba, cerca del Foso del Muerto? —dijo Mantecona, con un aire aún
más dubitativo—. Dicen que es una región habitada por fantasmas. Sólo ladrones
se atreverían a vivir allí.
—Los montaraces van allí —dijo Gandalf—. El Foso del Muerto, dices. Así lo
han llamado durante largos años; pero el verdadero nombre, Cebadilla, es Fornost
Erain, Norburgo de los Reyes. Y allí volverá el Rey, algún día, y entonces verás
pasar alguna hermosa gente.
—Bueno, eso suena un poco más alentador, lo reconozco —dijo Mantecona
—. Y será sin duda bueno para los negocios. Siempre y cuando deje en paz a
Bree.
—La dejará en paz —dijo Gandalf—. La conoce y la ama.
—¿De veras? —dijo Mantecona, perplejo—. Aunque no me imagino cómo
puede conocerla, sentado en ese alto trono, allá en ese inmenso castillo, a
centenares de millas de distancia, y bebiendo el vino de un cáliz de oro, no me
extrañaría. ¿Qué es para él El Poney o un jarro de cerveza? ¡No porque mi
cerveza no sea buena, Gandalf! Es excepcionalmente buena desde que viniste en
el otoño del año pasado y le echaste una buena palabra. Y te diré que en medio
de todos estos males, ha sido un consuelo.
—¡Ah! —dijo Sam—. Pero él dice que tu cerveza siempre es buena.
—¿Él dice?
—Claro que sí, Trancos. El jefe de los montaraces. ¿No te ha entrado todavía
en la cabeza?
Mantecona entendió al fin, y la cara se le transformó en una máscara de
asombro: boquiabierto, los ojos redondos en la cara rechoncha, sin aliento.
—¡Trancos! —exclamó cuando pudo respirar otra vez—. ¡Él con corona y
todo, y un cáliz de oro! Bueno ¿dónde vamos a parar?
—A tiempos mejores, al menos para Bree —respondió Gandalf.
—Así lo espero, en verdad —dijo Mantecona—. Bueno, ha sido la charla más
agradable que he tenido en un mes de días lunes. Y no negaré que esta noche
dormiré más tranquilo y con el corazón aliviado. Ustedes me han traído en
verdad muchas cosas en que pensar, pero lo postergaré hasta mañana. Estoy listo
para acostarme, y no dudo que también ustedes se irán a dormir de buena gana.
¡Eh, Nob! —llamó, mientras iba hacia la puerta—. ¡Nob, camastrón!
» ¡Nob! —se dijo en seguida, palmeándose la frente—. ¿Qué me recuerda
esto?
—No otra carta de la que se ha olvidado, espero, señor Mantecona —dijo
Merry.
—Por favor, por favor, señor Brandigamo, ¡no venga a recordármelo! Pero
ahí tiene, me cortó el pensamiento. ¿Dónde estaba? Nob, caballerizas… Ah, eso
era. Tengo aquí algo que les pertenece. Si se acuerdan de Bill Helechal y el robo
de los caballos: el poney que ustedes le compraron, está aquí. Volvió solo, sí. Pero