Page 297 - El Retorno del Rey
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compañía de atavíos relucientes, que no se les había ocurrido en ningún momento
que las cotas de malla que les asomaban por debajo de los mantos, los yelmos de
Gondor y de la Marca, las hermosas insignias de los escudos, podían parecer
extravagancias en la Comarca. Hasta el propio Gandalf, que ahora cabalgaba en
un gran corcel gris, todo vestido de blanco, envuelto en un amplio manto azul y
plata, y con la larga espada Glamdrin al cinto. Gandalf se echó a reír.
—Bueno, bueno —dijo—. Si sólo cinco como nosotros bastan para
amedrentarlos, con peores enemigos nos hemos topado antes. En todo caso, te
dejarán en paz por la noche, mientras estemos aquí.
—¿Y cuánto durará eso? —dijo Mantecona—. No negaré que nos encantaría
tenerlos con nosotros una temporada. Aquí no estamos acostumbrados a estos
problemas, como ustedes saben, y los montaraces se han marchado, por lo que
me dice la gente. Creo que hasta ahora no habíamos apreciado bien lo que ellos
hacían por nosotros. Porque hubo cosas peores que ladrones por estos lados. El
invierno pasado había lobos que aullaban alrededor de la empalizada. Y en los
bosques merodeaban formas oscuras, cosas horripilantes que le helaban a uno la
sangre en las venas. Todo muy alarmante, si ustedes me entienden.
—Me imagino que sí —dijo Gandalf—. En casi todos los países ha habido
disturbios en estos tiempos, graves disturbios. Pero ¡alégrate, Cebadilla! Has
estado en un tris de verte envuelto en problemas muy serios, y me hace feliz
saber que no te han tocado más de cerca. Pero se aproximan tiempos mejores.
Mejores quizá que todos aquéllos de que tienes memoria. Los montaraces han
vuelto. Nosotros mismos hemos regresado con ellos. Y hay de nuevo un rey,
Cebadilla. Y pronto se ocupará de esta región.
» Entonces se abrirá nuevamente el Camino Verde, y los mensajeros del Rey
vendrán al norte, y habrá un tránsito constante y las criaturas malignas serán
expulsadas de las regiones desiertas. En verdad, con el paso del tiempo, los
eriales dejarán de ser eriales, y donde antes hubo desiertos y tierras incultas
habrá gentes y praderas.
El señor Mantecona sacudió la cabeza.
—Que haya un poco de gente decente y respetable en los caminos, no hará
mal a nadie —dijo. Pero no queremos más chusma ni rufianes. Y no queremos
más intrusos en Bree, ni cerca de Bree. Queremos que nos dejen en paz. No
quiero ver acampar por aquí e instalarse por allá a toda una multitud de
extranjeros que vienen a echar a perder nuestro país.
—Te dejarán en paz, Cebadilla —dijo Gandalf—. Hay espacio suficiente
para varios reinos, entre el Isen y el Agua Gris, o a lo largo de las costas
meridionales del Brandivino, sin que nadie venga a habitar a menos de varias
jornadas de cabalgata de Bree. Y mucha gente vivía antiguamente en el norte, a
un centenar de millas de aquí, o más, en el otro extremo del Camino Verde: en
las Lomas del Norte o en las cercanías del Lago del Crepúsculo.