Page 294 - El Retorno del Rey
P. 294
cuando reconoció a Gandalf, y notó que quienes lo acompañaban eran hobbits, a
pesar de los extraños atavíos, se le iluminó el semblante y les dio la bienvenida.
—¡Entrad! —dijo, quitando los cerrojos—. No nos quedemos charlando aquí,
con este frío y esta lluvia; una verdadera noche de rufianes, pero el viejo
Cebadilla sin duda os recibirá con gusto en El Poney, y allí oiréis todo cuanto hay
para oír, y mucho más.
—Y tú oirás más tarde todo cuanto nosotros tenemos para contar —rió
Gandalf—. ¿Cómo está Enrique? El Guardián se enfurruñó.
—Se marchó —dijo—. Pero será mejor que se lo preguntes a Cebadilla.
¡Buenas noches!
—¡Buenas noches a ti! —dijeron los recién llegados, y entraron; y vieron
entonces que detrás del seto que bordeaba el camino habían construido una
cabaña larga y baja, y que varios hombres habían salido de ella y los observaban
por encima del cerco. Al llegar a la casa de Bill Helechal vieron que allí el cerco
estaba descuidado, y que las ventanas habían sido tapiadas.
—¿Crees que lo habrás matado con aquella manzana, Sam? —dijo Pippin.
—Sería mucho esperar, señor Pippin —dijo Sam—. Pero me gustaría saber
qué fue de ese pobre poney. Me he acordado de él más de una vez, y de los lobos
que aullaban y todo lo demás.
Llegaron por fin a El Poney Pisador, que visto de fuera al menos no había
cambiado mucho; y había luces detrás de las cortinas rojas en las ventanas más
bajas. Tocaron la campana, y Nob acudió a la puerta, y abrió un resquicio y
espió; y al verlos allí bajo la lámpara dio un grito de sorpresa.
—¡Señor Mantecona! ¡Patrón! ¡Han regresado!
—Oh ¿de veras? Les voy a dar —se oyó la voz de Mantecona, y salió como
una tromba, garrote en mano. Pero cuando vio quiénes eran se detuvo en seco, y
el ceño furibundo se le transformó en un gesto de asombro y de alegría.
—¡Nob, tonto de capirote! —gritó—. ¿No sabes llamar por su nombre a los
viejos amigos? No tendrías que darme estos sustos, en los tiempos que corren.
¡Bien, bien! ¿Y de dónde vienen ustedes? Nunca esperé volver a ver a ninguno, y
es la pura verdad: marcharse así, a las Tierras Salvajes, con ese tal Trancos, y
todos esos Hombres Negros siempre yendo y viniendo. Pero estoy muy contento
de verlos, y a Gandalf más que a ninguno. ¡Adelante! ¡Adelante! ¿Las mismas
habitaciones de siempre? Están desocupadas. En realidad, casi todas están vacías
en estos tiempos, cosa que no les ocultaré, ya que no tardarán en descubrirlo. Y
veré qué se puede hacer por la cena, lo más pronto posible; pero estoy corto de
ayuda en estos momentos. ¡Eh, Nob, camastrón! ¡Avísale a Bob! Ah, me
olvidaba, Bob se ha marchado: ahora al anochecer vuelve a la casa de su familia.
¡Bueno, lleva los poneys de los huéspedes a las caballerizas, Nob! Y tú, Gandalf,