Page 289 - El Retorno del Rey
P. 289
Ante todo, antes de comer o de lavarse y hasta de quitarse las capas, los hobbits
fueron en busca de Bilbo. Lo encontraron solo en la pequeña alcoba, atiborrada
de papeles y plumas y lápices. Pero Bilbo estaba sentado en una silla junto a un
fuego pequeño y chisporroteante. Parecía viejísimo, pero tranquilo. Y dormitaba.
Abrió los ojos y los miró cuando entraron.
—¡Hola, hola! —exclamó—. ¿Así que estáis de vuelta? Y mañana, además,
es mi cumpleaños. ¡Qué oportunos! ¿Sabéis una cosa? ¡Cumpliré ciento
veintinueve! Y en un año más, si duro, tendré la edad del Viejo Tuk. Me gustaría
ganarle; pero ya veremos.
Después de la celebración del cumpleaños de Bilbo los cuatro hobbits
permanecieron unos días más en Rivendel, casi siempre en compañía del viejo
amigo, que ahora se pasaba la mayor parte del tiempo en su cuarto, salvo las
horas de las comidas, para las cuales seguía siendo muy puntual, pues rara vez
dejaba de despertarse a tiempo. Sentados alrededor del fuego le contaron por
turno todo cuanto podían recordar de los viajes y aventuras. Al principio Bilbo
simuló tomar unas notas; pero a menudo se quedaba dormido, y cuando
despertaba solía decir: « ¡Qué espléndido! ¡Qué maravilla! Pero ¿por dónde
íbamos?» Entonces retomaban la historia a partir del instante en que Bilbo había
empezado a cabecear.
La única parte que en verdad pareció mantenerlo despierto y atento fue el
relato de la coronación y la boda de Aragorn.
—Estaba invitado a la boda, por supuesto —dijo—. Y tiempo hacía que la
esperaba. Pero no sé cómo, cuando llegó el momento, me di cuenta de que tenía
tanto que hacer aquí. ¡Y preparar la maleta es tan enfadoso!
Pasaron casi dos semanas y un día Frodo al mirar por la ventana vio que
durante la noche había caído escarcha y las telarañas parecían redes blancas.
Entonces supo de golpe que había llegado el momento de partir y de decirle adiós
a Bilbo. El tiempo continuaba hermoso y sereno, después de uno de los veranos
más maravillosos de que la gente tuviese memoria; pero había llegado octubre y
el aire pronto cambiaría y una vez más comenzarían las lluvias y los vientos. Y
aún les quedaba un largo camino por delante. Sin embargo, no era el temor al
mal tiempo lo que preocupaba a Frodo. Tenía una impresión como de apremio,
de que era hora de regresar a la Comarca. Sam sentía lo mismo, pues la noche
anterior le había dicho:
—Bueno, señor Frodo, hemos viajado mucho y lejos, y hemos visto muchas
cosas; pero no creo que hayamos conocido un lugar mejor que éste. Hay un
poco de todo aquí, si usted me entiende: la Comarca y el Bosque de Oro y
Gondor y las casas de los Reyes y las tabernas y las praderas y las montañas
todo junto. Y sin embargo, no sé por qué pienso que convendría partir cuanto
antes. Estoy preocupado por el Tío, si he de decirle la verdad.
—Sí, un poco de todo, Sam, excepto el Mar —había respondido Frodo; y