Page 286 - El Retorno del Rey
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—Lo haría, si tuviese —dijo Frodo.
—Puedes quedarte con toda la que me queda —dijo Merry entonces—, si
esperas un momento. —Se apeó del caballo y buscó en la alforja de la montura.
Luego le extendió a Saruman un saquito de cuero—. Quédate con todo lo que hay
—dijo—. Te lo cedo gustoso; la encontré entre los despojos de Isengard.
—¡Mía, mía, sí y a buen precio la compré! —gritó Saruman, arrebatándole la
tabaquera—. Esto no es más que una restitución simbólica; porque tomaste
mucho más, estoy seguro. De todos modos, un mendigo ha de estar agradecido,
cuando un ladrón le devuelve siquiera una migaja de lo que le pertenece. Bien, te
servirá de escarmiento si al volver a tu tierra, encuentras que las cosas no
marchan tan bien como a ti te gustaría en la Cuaderna del Sur. ¡Ojalá por largo
tiempo escasee la hierba en tu país!
—¡Gracias! —dijo Merry—. En ese caso quiero que me devuelvas mi
tabaquera, que no es tuya y ha viajado conmigo mucho y muy lejos. Envuelve
la hierba en uno de tus harapos.
—A ladrón, ladrón y medio —dijo Saruman, volviéndole la espalda a Merry;
y dándole un puntapié a Lengua de Serpiente, se alejó en dirección al bosque.
—¡Bueno, lo que faltaba! —dijo Pippin—. ¡Ladrón! ¿Y qué indemnización
tendríamos que reclamar nosotros por haber sido emboscados, heridos, y
llevados a la rastra por los orcos a través de Rohan?
—¡Ah! —dijo Sam—. Y dijo la compré. ¿Cómo?, me pregunto. Y no me
gustó nada lo que dijo de la Cuaderna del Sur. Es hora de que volvamos.
—Por cierto que sí —dijo Frodo—. Pero no podremos llegar más rápido, si
antes vamos a ver a Bilbo. Pase lo que pase, yo iré primero a Rivendel.
—Sí, creo que sería lo mejor —dijo Gandalf—. Pero ¡pobre Saruman! Temo
que ya no se pueda hacer nada por él. No es más que una piltrafa. A pesar de
todo, sé que Bárbol está en lo cierto: sospecho que aún es capaz de un poco de
maldad mezquina y en menor escala.
Al día siguiente se internaron en las Tierras Pardas septentrionales, una región
ahora deshabitada aunque verde y apacible. Septiembre llegó con días dorados y
noches de plata; y cabalgaron tranquilos hasta llegar al Río de los Cisnes, y
encontraron el antiguo vado, al este de las cascadas que se precipitaban en los
bajíos. A lo lejos hacia el oeste, se extendían las marismas y los islotes envueltos
en niebla, y el río que serpenteaba entre ellos para ir a volcarse en el Agua Gris:
allí entre los juncales había muchos cisnes.
Así entraron en Eregion, y por fin una mañana hermosa centelleó sobre las
brumas; desde el campamento que habían levantado en una colina baja, los
viajeros vieron a lo lejos en el este tres picos que se erguían a la luz del sol entre
nubes flotantes: Caradhras, Celebdil y Fanuidhol. Estaban llegando a las cercanías
de las Puertas de Moría.
Allí se demoraron siete días, porque se acercaba otra separación que era