Page 338 - El Retorno del Rey
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elfos de la Alta Estirpe que ya no querían habitar en la Tierra Media; y entre
ellos, colmado de una tristeza que era a la vez venturosa y sin amargura,
cabalgaban Sam, y Frodo, y Bilbo; y los elfos los honraban complacidos.
Aunque cabalgaron a través de la Comarca durante toda la tarde y toda la
noche, nadie los vio pasar, excepto las criaturas salvajes de los bosques; o aquí y
allá algún caminante solitario que vio de pronto entre los árboles un resplandor
fugitivo, o una luz y una sombra que se deslizaba sobre las hierbas, mientras la
luna declinaba en el poniente. Y cuando la Comarca quedó atrás y bordeando las
faldas meridionales de las Lomas Blancas llegaron a las Lomas Lejanas y a las
Torres, vieron en lontananza el Mar; y así descendieron por fin hacia Mithlond,
hacia los Puertos Grises en el largo estuario de Lun.
Cuando llegaron a las Puertas, Cirdan el Guardián de las Naves se adelantó a
darles la bienvenida. Era muy alto, de barba larga, y todo gris y muy anciano,
salvo los ojos que eran vivos y luminosos como estrellas; y los miró, y se inclinó
en una reverencia, y dijo:
—Todo está pronto.
Entonces Cirdan los condujo a los Puertos y un navío blanco se mecía en las
aguas, y en el muelle, junto a un gran caballo gris, se erguía una figura toda
vestida de blanco que los esperaba. Y cuando se volvió y se acercó a ellos, Frodo
advirtió que Gandalf llevaba en la mano, ahora abiertamente, el Tercer Anillo,
Narya el Grande, y la piedra engarzada en él era roja como el fuego. Entonces
aquellos que se disponían a hacerse a la Mar se regocijaron, porque supieron que
Gandalf partiría también.