Page 334 - El Retorno del Rey
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día era de nuevo el Frodo de siempre. Sólo más tarde Sam reparó en la fecha:
seis de octubre. Dos años antes, ese mismo día, se había hecho la oscuridad en la
hondonada de la Cima de los Vientos.
Pasó el tiempo y llegó el año 1421. Frodo volvió a caer enfermo en marzo, pero
con un gran esfuerzo consiguió ocultarlo, porque Sam tenía otras cosas en qué
pensar. El primer hijo de Sam y Rosita nació el veinticinco de marzo, una fecha
que Sam anotó.
—Y bien, señor Frodo —dijo—. Estoy en un aprieto. Rosa y yo habíamos
decidido llamarlo Frodo, con el permiso de usted; pero no es él, es ella. Aunque
es la niña más bonita que hayamos podido desear, porque afortunadamente se
parece más a Rosa que a mí. De modo que no sabemos qué hacer.
—Bueno, Sam —dijo Frodo— ¿qué tienen de malo las antiguas tradiciones?
Elige un nombre de flor, como Rosa. La mitad de las niñas de la Comarca tienen
nombres semejantes ¿y qué puede ser mejor?
—Supongo que tiene usted razón, señor Frodo —dijo Sam—. He escuchado
algunos nombres hermosos en mis viajes, pero se me ocurre que son demasiado
sonoros para usarlos de entrecasa, por así decir. El Tío dice: —Escoge uno corto,
así no tendrás que acortarlo luego. —Pero si ha de ser el nombre de una flor,
entonces no me importa que sea largo: tiene que ser una flor hermosa, porque
vea usted, señor Frodo, yo creo que es muy hermosa, y que va a ser mucho más
hermosa todavía.
Frodo pensó un momento.
—Y bien, Sam, ¿qué te parece Elanor, la estrella-sol? ¿Recuerdas, la pequeña
flor de oro que crecía en los prados de Lothlórien?
—¡También ahora tiene razón, señor Frodo! —dijo Sam, maravillado—. Eso
es lo que yo quería.
La pequeña Elanor tenía casi seis meses, y 1421 había entrado ya en el otoño,
cuando Frodo llamó a Sam al estudio.
—El jueves será el cumpleaños de Bilbo, Sam —dijo—, y sobrepasará al
Viejo Tuk. ¡Cumplirá ciento treinta y un años!
—¡Es verdad! —dijo Sam—. ¡Qué maravilla!
—Pues bien, Sam, me gustaría que hablaras con Rosa y vieras si puede
arreglarse sin ti, y entonces podríamos partir juntos. Claro, ahora no puedes
alejarte demasiado ni por mucho tiempo —dijo con cierta tristeza.
—No, no en verdad, señor Frodo.
—Claro que no. Pero no importa; podrías acompañarme un trecho. Dile a
Rosa que no estarás ausente mucho tiempo, no más de dos semanas, y que