Page 331 - El Retorno del Rey
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—¿Dónde? —dijo Sam.
—Escoge un sitio como vivero y observa qué les sucede a las plantas que
están en él —dijo Merry.
—Pero estoy seguro de que a la Dama no le gustaría que me lo quedara yo
solo, para mi propio jardín, habiendo tanta gente que ha sufrido y lo necesita —
dijo Sam.
—Recurre a tu sagacidad y tus conocimientos, Sam —dijo Frodo—, y luego
usa el regalo para ayudarte en tu trabajo y mejorarlo. Y úsalo con parsimonia.
No hay mucho y me imagino que todas las partículas tienen valor.
Entonces Sam plantó retoños en todos aquellos lugares en donde antes había
árboles especialmente hermosos o queridos, y puso un grano del precioso polvo
en la tierra, junto a la raíz. Recorrió la Comarca, a lo largo y a lo ancho,
haciendo este trabajo, y si prestaba mayor cuidado a Delagua y a Hobbiton
nadie se lo reprochaba. Y al terminar, descubrió que aún le quedaba un poco del
polvo, y fue a la Piedra de las Tres Cuadernas, que es por así decir el centro de la
Comarca, y lo arrojó al aire con su bendición. Y la pequeña almendra de plata,
la plantó en el Campo de la Fiesta, allí donde antes se erguía el árbol; y se
preguntó qué planta crecería. Durante todo el invierno esperó tan pacientemente
como pudo, tratando de contenerse para no ir a ver a cada rato si algo ocurría.
La primavera colmó con creces las más locas esperanzas de Sam. En su
propio jardín los árboles comenzaron a brotar y a crecer como si el tiempo
mismo tuviese prisa y quisiera vivir veinte años en uno. En el Campo de la Fiesta
despuntó un hermoso retoño: tenía la corteza plateada y hojas largas y se cubrió
de flores doradas en abril. Era en verdad un mallorn, y la admiración de todos los
vecinos. En años sucesivos, a medida que crecía en gracia y belleza, la fama del
árbol se extendió por todos los confines de la Comarca y la gente hacía largos
viajes para ir a verlo; el único mallorn al oeste de las Montañas y al este del Mar,
y uno de los más hermosos del mundo.
Desde todo punto de vista, 1420 fue en la Comarca un año maravilloso. No
sólo hubo un sol esplendente y lluvias deliciosas, en los momentos oportunos y en
proporciones perfectas; una atmósfera de riqueza y de prosperidad, una belleza
radiante, superior a la de esos veranos mortales que en esta Tierra Media
centellean un instante y se desvanecen. Todos los niños nacidos o concebidos en
aquel año, y fueron muchos, eran hermosos y fuertes, y casi todos tenían
abundantes cabellos dorados, hasta entonces raros entre los hobbits. Hubo tal
cosecha de frutos que los hobbits jóvenes nadaban por así decir en fresas con
crema; e iban luego a sentarse en los prados a la sombra de los ciruelos y comían
hasta que los huesos de las frutas se apilaban en pequeñas pirámides, o como
cráneos amontonados por un conquistador, y así continuaban. Y ninguno se
enfermaba, y todos estaban contentos, excepto aquellos que tenían que segar los
pastos.