Page 333 - El Retorno del Rey
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pronto posible, y ven a instalarte aquí con Rosita. Hay espacio suficiente en
Bolsón Cerrado para la familia más numerosa que puedas desear.
Y así todo quedó arreglado. Sam Gamyi se casó con Rosa Coto en la primavera
de 1420 (año famoso también por el gran número de matrimonios), y fueron a
vivir a Bolsón Cerrado. Y si Sam se creía favorecido por la suerte, Frodo sabía
que él lo era todavía más: no había en la Comarca un hobbit que fuera cuidado
con tanto celo y amor como él. Cuando todos los trabajos de reparación
estuvieron preparados y en ejecución, se entregó a una vida tranquila,
escribiendo mucho y releyendo todas sus notas. Renunció al cargo de Alcalde
Suplente en la Feria Libre de mediados de aquel verano, y el viejo y entrañable
Will Pieblanco pudo volver a presidir los Banquetes durante otros siete años.
Merry y Pippin vivieron juntos por un tiempo en Cricava, y hubo un
incesante ir y venir entre Los Gamos y Bolsón Cerrado. Las canciones, las
historias y los modales de los jóvenes Viajeros, junto con las fiestas que daban a
menudo eran muy populares en la Comarca. Los « Señoriles» , los llamaba la
gente con la mejor intención, pues encendía los corazones verlos cabalgar
ataviados con brillantes cotas de malla, y escudos resplandecientes, riendo y
cantando canciones de países lejanos; y si ahora eran grandes y magníficos, en
otros aspectos no habían cambiado nada, aunque eran sin duda más corteses, más
joviales y más alegres que antes.
Frodo y Sam, en cambio, adoptaron de nuevo la vestimenta ordinaria, y sólo
cuando era necesario lucían los largos mantos grises, finamente tejidos, y sujetos
al cuello con hermosos broches; y el señor Frodo llevaba siempre una joya
blanca que pendía de una cadena, y con la que jugueteaba a menudo.
Ahora las cosas marchaban bien, con la constante esperanza de que
mejorarían más aún, y Sam vivía atareado y tan colmado de dicha como hasta
un hobbit pudiera desear. Nada turbó para él la paz de aquel año, excepto una
cierta preocupación por Frodo, que se había retirado poco a poco de todas las
actividades de la Comarca. A Sam le apenaba que lo trataran con tan escasos
honores en su propio país. Pocos eran los que conocían o deseaban conocer sus
hazañas y aventuras; la admiración y el respeto de todos recaían casi
exclusivamente en el señor Meriadoc y en el señor Peregrin y (aunque esto Sam
lo ignoraba) también en él. Y en el otoño apareció una sombra de los antiguos
tormentos.
Una noche Sam entró en el estudio y encontró a su amo muy extraño. Estaba
palidísimo, con la mirada como perdida en cosas muy lejanas.
—¿Qué le pasa, señor Frodo? —dijo Sam.
—Estoy herido —respondió él—, herido; nunca curaré del todo.
Pero luego se levantó y pareció que el malestar había desaparecido, y al otro