Page 336 - El Retorno del Rey
P. 336
Tomaron por el Camino de Cepeda hasta más allá de las colinas, dejando que
los poneys avanzaran sin prisa rumbo al Bosque Cerrado. Acamparon en las
Colinas Verdes y el veintidós de septiembre, cuando caía la tarde, descendieron
apaciblemente entre los primeros árboles.
—¡Fue detrás de ese árbol donde usted se escondió la primera vez que
apareció el Jinete Negro, señor Frodo! —dijo Sam, señalando a la izquierda—.
Ahora parece un sueño.
Había llegado la noche y las estrellas centelleaban en el cielo del este, cuando
los compañeros pasaron delante de la encina seca y descendieron la colina entre
la espesura de los avellanos. Sam estaba silencioso y pensativo. De pronto
advirtió que Frodo iba cantando en voz queda, cantando la misma vieja canción
de caminantes, pero las palabras no eran del todo las mismas:
Aún detrás del recodo quizá todavía esperen
un camino nuevo o una puerta secreta;
y aunque a menudo pasé sin detenerme,
al fin llegará un día en que iré caminando
por esos senderos escondidos que corren
al oeste de la Luna, al este del Sol.
Y como en respuesta, subiendo por el camino desde el fondo del valle,
llegaron voces que cantaban:
A! Elbereth Gilthoniel
silivren penna míriel
o menel aglar elenath,
Gilthoniel, A! Elbereth!
Aún recordamos, nosotros que vivimos
bajo los árboles en esta tierra lejana,
la luz de las estrellas
sobre los Mares de Occidente.
Frodo y Sam se detuvieron y aguardaron en silencio entre las dulces sombras,
hasta que un resplandor anunció la llegada de los viajeros.
Y vieron a Gildor y una gran comitiva de hermosa gente élfica, y luego, ante
los ojos maravillados de Sam, llegaron cabalgando Elrond y Galadriel. Elrond
vestía un manto gris y lucía una estrella en la frente, y en la mano llevaba un
arpa de plata, y en el dedo un anillo de oro con una gran pieza azul: Vilya, el más
poderoso de los tres. Pero Galadriel montaba en un palafrén blanco, envuelta en
una blancura resplandeciente, como nubes alrededor de la Luna; y ella misma
parecía irradiar una luz suave. Y tenía en el dedo el anillo forjado de mithril, con
una sola piedra que centelleaba como una estrella de escarcha. Y cabalgando
lentamente en un pequeño poney gris, cabeceando de sueño y como