Page 330 - El Retorno del Rey
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situación lo requiere y si se sienten bien dispuestos. Ahora había millares de
manos voluntarias de todas las edades, desde las pequeñas pero ágiles de los
jóvenes y las muchachas hasta las arrugadas y callosas de los viejos y aun de las
abuelas. Para el Año Nuevo no quedaba en pie ni un solo ladrillo de las Casas de
los Oficiales, ni de ningún edificio construido por los « Hombres de Zarquino» ;
pero los ladrillos fueron todos empleados en reparar numerosas cavernas
antiguas, a fin de hacerlas más secas y confortables. Se encontraron grandes
cantidades de provisiones, y víveres, y cerveza que los rufianes habían escondido
en cobertizos y graneros y en cavernas abandonadas, especialmente en los
túneles de Cavada Grande y en las viejas canteras de Scary. Y así, en las fiestas
de aquel Fin de Año hubo una alegría que nadie había esperado.
Una de las primeras tareas que se llevaron a cabo en Hobbiton, antes aún de
la demolición del molino nuevo, fue la limpieza de la colina y de Bolsón Cerrado,
y la restauración de Bolsón de Tirada. El frente del nuevo arenal fue nivelado y
transformado en un gran jardín cubierto, y en la parte meridional de la colina
excavaron nuevas cavernas y las revistieron de ladrillos. La Número Tres le fue
restituida al Tío, quien solía decir, sin preocuparse de quiénes pudieran oírlo:
—Es viento malo aquel que no trae bien a nadie, como siempre he dicho, y es
bueno lo que termina mejor.
Hubo algunas discusiones a propósito del nombre que le pondrían a la nueva
calle. Algunos propusieron Jardines de la Batalla, otros Smials Mejores. Pero al
cabo, con el buen sentido propio de los hobbits, le pusieron simplemente Tirada
Nueva. Y no era más que una broma al gusto de Delagua el referirse a ella con
el nombre de Terminal de Zarquino.
La pérdida más grave y dolorosa eran los árboles, pues por orden de Zarquino
todos habían sido talados sin piedad a lo largo y a lo ancho de la Comarca; y eso
era lo que más afligía a Sam. Sobre todo porque llevaría largo tiempo curar las
heridas, y sólo sus bisnietos verían alguna vez la Comarca como había sido en los
buenos tiempos.
De pronto un día (porque había estado demasiado ocupado durante semanas
enteras para dedicar algún pensamiento a sus aventuras), se acordó del don de
Galadriel. Sacó la cajita y la mostró a los otros Viajeros (porque así los llamaban
ahora a todos) y les pidió consejo.
—Me preguntaba cuándo lo recordarías —dijo Frodo—. ¡Ábrela! Estaba
llena de un polvo gris, suave y fino, y en el medio había una semilla, como una
almendra pequeña de cápsula plateada.
—¿Qué puedo hacer con esto? —dijo Sam.
—¡Echa el polvo al aire en un día de viento y deja que él haga el trabajo! —
dijo Pippin.