Page 325 - El Retorno del Rey
P. 325
mucho mayor que todos los males que han causado los hombres.
—Eres un sucio y un insolente, Arenas —dijo Merry—. Y tus cálculos te han
fallado. Justamente subíamos a la colina a desalojar a tu adorado Jefe. De sus
hombres, ya hemos dado cuenta.
Ted abrió la boca para responder, y quedó boquiabierto, porque acababa de
ver la escolta que a una señal de Merry avanzaba por el puente. Entró como una
flecha en el molino, y volvió a salir; traía un cuerno y lo sopló con fuerza.
—¡Ahórrate el aliento! —dijo Merry riendo—. Yo tengo uno mejor. —Y
levantando el cuerno de plata lanzó una llamada clara que resonó más allá de la
colina; y de las cavernas y las cabañas y las deterioradas casas de Hobbiton, los
hobbits respondieron y se volcaron por los caminos, y entre vivas y
aclamaciones alcanzaron a la comitiva y siguieron detrás de ella rumbo a Bolsón
Cerrado.
En lo alto del sendero todos se detuvieron, y Frodo y sus amigos siguieron
solos: por fin llegaban a aquel lugar en un tiempo tan querido. En el jardín se
apretaban las cabañas y cobertizos, algunos tan cercanos a las antiguas ventanas
del lado oeste que no dejaban pasar un solo rayo de luz. Por todas partes había
pilas de inmundicias. La puerta estaba cubierta de grietas y de cicatrices; la
cadena de la campanilla se bamboleaba, suelta, y la campanilla no sonaba.
Golpearon, pero no hubo respuesta. Por último empujaron, y la puerta cedió.
Entraron. La casa apestaba, había suciedad y desorden por doquier, como si
hiciera algún tiempo que nadie vivía en ella.
—¿Dónde se habrá escondido ese miserable de Otho? —dijo Merry. Habían
buscado en todas las habitaciones, sin encontrar a ninguna criatura viviente,
excepto ratas y ratones—. ¿Les pedimos a los otros que registren las barracas?
—¡Esto es peor que Mordor! —dijo Sam—. Mucho peor, en un sentido. Duele
en carne viva, como quien dice; pues es parte de nosotros y la recordamos como
era antes.
—Sí, esto es Mordor —dijo Frodo—. Una de sus obras. Saruman creía estar
trabajando para él mismo, pero en realidad no hacía más que servir a Mordor. Y
lo mismo hacían aquellos a quienes Saruman engañó, como Otho.
Merry echó en torno una mirada de consternación y repugnancia.
—¡Salgamos de aquí! —dijo—. De haber sabido todo el mal que ha causado,
le habría cerrado el gaznate con mi tabaquera.
—¡No lo dudo, no lo dudo! Pero no lo hiciste, de modo que ahora puedo darte
la bienvenida. —De pie, en la puerta, estaba Saruman en persona, bien
alimentado y satisfecho de sí mismo. Los ojos le chisporroteaban, divertidos y
maliciosos.
La luz se hizo de súbito en la mente de Frodo.