Page 322 - El Retorno del Rey
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desde Alforzada. Estaba de muy buen humor.
—El Thain ha sublevado toda la campiña —dijo—, y la noticia corre como
fuego en todas direcciones. Los bandidos que vigilaban nuestras tierras, los que
escaparon con vida, han huido hacia el sur. Y el Thain ha salido a perseguirlos,
manteniendo a raya al grueso de la banda; pero ha enviado de regreso al señor
Peregrin con toda la gente de que pudo prescindir.
La noticia siguiente fue menos favorable. Merry, que había pasado la noche
afuera, llegó al galope a eso de las diez.
—Hay una banda numerosa a unas cuatro millas de distancia —dijo—.
Vienen desde El Cruce, pero muchos de los fugitivos se han unido a ellos. Son casi
un centenar, e incendian todo lo que encuentran. ¡Malditos sean!
—¡Ah! Estos no se van a detener a conversar, matarán, si pueden —dijo el
granjero Coto—. Si los Tuk no llegan antes, lo mejor será que nos pongamos a
cubierto y ataquemos sin discutir. Habrá un poco de lucha antes que se arregle
todo esto, señor Frodo, es inevitable.
Pero los Tuk llegaron antes. Aparecieron al poco rato, un centenar, y venían
en formación, desde Alforzaburgo y las Colinas Verdes con Pippin a la cabeza.
Merry contaba ya con una hobbitería fornida y lo bastante numerosa como para
enfrentar a los bandidos. Los batidores informaron que la pandilla se mantenía
unida. Sabían que la población rural en pleno se había sublevado, y no cabía duda
de que venían decididos a sofocar sin miramientos el foco mismo de la rebelión,
en Delagua. Pero por crueles y despiadados que fueran, no había entre ellos un
jefe experto en las artes de la guerra, y avanzaban sin tomar precauciones.
Merry elaboró rápidamente sus planes.
Los bandidos llegaron pisoteando ruidosamente por el Camino del Este, y sin
detenerse tomaron el Camino de Delagua, que por un trecho trepaba entre
barrancas altas coronadas de setos bajos. Al doblar un recodo, a unas doscientas
yardas del camino principal, se toparon con una poderosa barricada levantada
con viejos carretones puestos boca abajo. Tuvieron que detenerse. En el mismo
momento se dieron cuenta de que los setos que flanqueaban el camino por ambos
lados estaban atestados de hobbits. Y detrás de ellos, varios hobbits empujaban
otros carretones que habían mantenido ocultos en un campo, cerrándoles de este
modo la salida. Una voz habló desde lo alto:
—Y bien, han caído en una trampa —dijo Merry—. Lo mismo les sucedió a
los bandidos de Hobbiton, y uno ha muerto y los restantes están prisioneros.
¡Depongan las armas! Luego retrocederán veinte pasos y se sentarán en el suelo.
Cualquiera que intente escapar será hombre muerto.
Pero los rufianes no iban a dejarse amilanar con tanta facilidad. Unos pocos
obedecieron, aunque azuzados por los insultos de sus compañeros, reaccionaron