Page 321 - El Retorno del Rey
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» —A construir barracones para Zarquino —ellos dicen.
        » —¿Con el permiso de quién? —ella dice.
        » —De Zarquino —ellos dicen—. ¡Así que quítate del medio, vieja bruja!
        » —¡Zarquino  les  voy  a  dar  yo,  ladrones  sucios,  rufianes!  —ella  dice,  y
      arriba con el paraguas contra el Jefe, casi el doble de altura. Y se la llevaron. A la
      rastra hasta las celdas, y a su edad. Se han llevado a otros a quienes en verdad
      echamos de menos, claro, pero no es posible negarlo: ella mostró más coraje que
      muchos.

      En medio de esta conversación entró Sam como una tromba acompañado por el
      Tío. El viejo Gamyi no parecía muy envejecido, pero estaba un poco más sordo.
        —¡Buenas noches, señor Bolsón! —dijo—. Me alegro de veras de verlo de
      vuelta sano y salvo. Pero tenemos una cuentita pendiente, como quien dice, usted
      y yo, si me permite el atrevimiento. No tenía que haber vendido Bolsón Cerrado,
      siempre  lo  he  dicho.  Ahí  empezaron  todas  las  calamidades.  Y  mientras  usted
      andaba merodeando por ahí en países extraños, a la caza de Hombres Negros
      allá arriba en las montañas por lo que me dice mi Sam, si bien no aclara para
      qué, vinieron y socavaron Bolsón de Tirada, y estropearon todas mis patatas.
        —Lo siento mucho, señor Gamyi —dijo Frodo—. Pero ahora estoy de vuelta
      y haré cuanto pueda por reparar los errores.
        —Bien,  eso  sí  que  es  decir  las  cosas  bien  —dijo  el  Tío—.  El  señor  Frodo
      Bolsón es un verdadero gentilhobbit, siempre lo he dicho, piense lo que piense de
      otros que llevan el mismo nombre, con el perdón de usted. Y espero que mi Sam
      se haya comportado bien y satisfactoriamente.
        —Más  que  satisfactoriamente,  señor  Gamyi  —dijo  Frodo—.  En  verdad,  si
      usted  puede  creerlo,  es  ahora  una  de  las  personas  más  famosas  en  todas  las
      tierras,  y  se  están  componiendo  canciones  que  narran  sus  hazañas  desde  aquí
      hasta el Mar y más allá del Río Grande. —Sam se ruborizó, pero le echó a Frodo
      una mirada de gratitud, porque a Rosita le brillaban los ojos y le sonreía.
        —Cuesta  un  poco  creerlo  —dijo  el  Tío—  aunque  puedo  ver  que  ha
      frecuentado extrañas compañías. ¿Qué pasó con la ropa de antes? Porque toda
      esa ferretería, por muy durable que sea, no me gusta nada.
      A la mañana siguiente la familia Coto y todos sus huéspedes estuvieron en pie a
      primera hora. Durante la noche no hubo novedades, pero era evidente que no
      tardarían en presentarse otros problemas.
        —Al parecer, allá arriba, en Bolsón Cerrado, no queda un solo rufián —dijo
      Coto—; pero la pandilla de El Cruce aparecerá de un momento a otro.
        Después  del  desayuno  llegó  un  mensajero,  que  había  venido  cabalgando
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