Page 393 - El Retorno del Rey
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contra Smaug. Pero estoy cansado de la pobreza y del desprecio de los Hombres.
—Parto a ver qué puedo encontrar.
No dijo adónde iba. Quizá la edad y el infortunio y el mucho meditar sobre el
pasado esplendor de Moria lo habían enloquecido un poco; o, quizá el Anillo
estaba volcándose hacia el mal ahora que su amo había despertado, y llevaba a
la locura y la destrucción. Desde las Tierras Brunas, donde estaba viviendo
entonces, fue hacia el norte con Nár, y cruzaron el Paso del Cuerno Rojo y
descendieron a Azanulbizar. Cuando Thrór llegó a Moria, las Puertas estaban
abiertas. Nár le rogó que tuviera cuidado, pero él no le hizo ningún caso, y entró
orgullosamente como un heredero que retorna. Pero no volvió. Nár se quedó un
tiempo en las cercanías, escondido. Un día oyó un fuerte grito y el sonido de un
cuerno, y un cuerpo fue arrojado a la escalinata. Temiendo que fuera Thrór,
empezó a acercarse arrastrándose, pero de dentro de las puertas salió una voz:
—¡Ven, barbudo! Podemos verte. Pero hoy no es necesario que tengas
miedo. Te precisamos como mensajero.
Entonces Nár se aproximó y vio en efecto que era el cuerpo de Thrór, pero
tenía la cabeza seccionada y la cara vuelta hacia abajo. Y al arrodillarse allí, oyó
la risa de un Orco y la voz dijo:
—Si los mendigos no aguardan a la puerta y se escurren dentro intentando
robar, eso es lo que les hacemos. Si alguno de los vuestros mete aquí otra vez sus
inmundas barbas, recibirá el mismo tratamiento. ¡Ve y dilo! Pero si su familia
desea saber quién es ahora el rey aquí, el nombre está escrito en su cara. ¡Yo lo
escribí! ¡Yo lo maté! ¡Yo soy el amo!
Entonces Nár dio vuelta la cabeza de Thrór y vio marcado en runas de los
Enanos, de modo que él podía leerlo, el nombre AZOG. Ese nombre quedó
marcado desde entonces en el corazón de Nár y en el de todos los Enanos. Nár se
inclinó para recoger la cabeza, pero la voz de Azog [20] dijo:
—¡Déjala caer! ¡Lárgate! Ahí tienes tu paga, mendigo barbado.
Un pequeño saco golpeó a Nár. Contenía unas pocas monedas de escaso valor.
Llorando, Nár huyó por el Cauce de Plata abajo; pero miró una vez atrás, y vio
que por las puertas habían salido unos Orcos que estaban despedazando el cuerpo
y arrojando los trozos a los cuervos negros.
Ésa fue la historia que Nár le contó a Thráin; y cuando Nár lloró y se mesó
las barbas, él guardó silencio. Siete días se quedó sentado sin hablar. Por último,
se puso de pie y dijo:
—¡No es posible soportarlo!
Ése fue el principio de la Guerra de los Enanos y los Orcos, que fue larga y
mortal, y se libró casi toda ella en sitios profundos bajo tierra. Thráin sin demora
envió mensajeros con la historia al norte, al este y al oeste; pero transcurrieron
tres años antes que las fuerzas de los Enanos estuvieran preparadas. El Pueblo de
Durin reunió a todas sus huestes y a ellas se unieron las grandes fuerzas enviadas