Page 398 - El Retorno del Rey
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Solitaria.
Los años se prolongaron. Los rescoldos en el corazón de Thorin volvieron a
llamear mientras meditaba en los males de su Casa y en la herencia que le había
tocado: la venganza contra el Dragón. Pensaba en armas y en ejércitos y en
alianzas, mientras el gran martillo resonaba sobre el yunque; pero los ejércitos se
habían dispersado y las alianzas estaban rotas y el pueblo tenía pocas hachas; y
un gran odio sin esperanza ardía en él, mientras golpeaba el hierro rojo sobre el
yunque.
Pero por último hubo un encuentro azaroso entre Gandalf y Thorin que cambió la
suerte de la Casa de Durin, y que condujo a otros y más grandes fines. En una
ocasión [24] Thorin, que volvía al oeste de un viaje, se detuvo en Bree a pasar la
noche. Allí estaba también Gandalf. Se dirigía a la Comarca, que no había
visitado desde hacía unos veinte años. Estaba fatigado y pensó en descansar allí
por un rato.
Entre otros cuidados le preocupaba el peligroso estado en que se encontraba
el Norte; porque sabía ya entonces que Sauron proyectaba la guerra, y que
intentaba, tan pronto como se sintiera bastante fuerte, atacar a Rivendel. Pero
para impedir que el Este tratara de recuperar las tierras de Angmar y los pasos
septentrionales de las montañas, ahora sólo contaban los Enanos de las Colinas de
Hierro. Y más allá se extendía la desolación del Dragón. Sauron podría utilizar al
Dragón con espantosas consecuencias. ¿Cómo entonces eliminar a Smaug?
Justo cuando Gandalf estaba sentado y pensando en todo esto, se le acercó
Thorin y le dijo:
—Señor Gandalf, sólo os conozco de vista, pero me gustaría conversar con
vos. Porque últimamente habéis visitado a menudo mis pensamientos, como si
estuviera obligado a buscaros. En verdad, así lo habría hecho si hubiera sabido
dónde estabais.
Gandalf lo miró con asombro.
—Esto es extraño, Thorin Escudo de Roble —dijo—. Porque también yo he
pensado en ti; y aunque ahora voy a la Comarca, no olvidaba que ese camino
conduce también a tus palacios.
—Llamadles así si os place —dijo Thorin—. No son sino pobres viviendas en
el exilio. Pero seríais bien recibido, si vinieseis. Porque dicen que sois sabio y que
sabéis más que nadie de lo que pasa en el mundo; y tengo muchas cosas en la
mente y me gustaría recibir vuestro consejo.
—Iré —dijo Gandalf—; porque supongo que al menos compartimos una
preocupación. Tengo en la mente al Dragón de Erebor, y no creo que el nieto de
Thrór lo haya olvidado.