Page 100 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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Proserpina, regresé y me llevaron por todos los elementos. A medianoche vi el
sol que brillaba con una luz espléndida y me acerqué claramente a los dioses
de abajo y los dioses de arriba y de cerca los adoré».
En los Misterios de Eleusis se admitían las mujeres y los niños y hubo una época
en la que realmente había miles de iniciados. Como toda aquella gente no estaba
preparada para las doctrinas espirituales y místicas más elevadas, era inevitable que se
produjera una división dentro de la misma sociedad. Las enseñanzas más elevadas
solo se transmitían a una cantidad limitada de iniciados, que, por su mentalidad
superior, manifestaban una comprensión global de los conceptos filosóficos básicos.
Sócrates se negó a ser iniciado en los Misterios eleusinos, porque, como conocía sus
principios a pesar de no pertenecer a la orden, se dio cuenta de que ser miembro le
sellaría los labios Que los Misterios eleusinos se basaban en verdades grandes y
eternas lo demuestra lo mucho que los veneraban las mentes preclaras de la
Antigüedad. Se pregunta M. Ouvaroff: «¿Habrían hablado de ellos con tanta
admiración Píndaro, Platón. Cicerón y Epícteto si el hierofante se hubiese conformado
con proclamar en voz alta sus propias opiniones o las de su orden?».
Las prendas que llevaban los candidatos al iniciarse se conservaban durante
muchos años y se creía que poseían propiedades casi sagradas. Así como el alma no
se puede cubrir más que de sabiduría y virtud, los candidatos, que aún no poseían el
verdadero conocimiento, se presentaban ante los Misterios desnudos; primero se les
daba la piel de algún animal y después una prenda consagrada que simbolizaba las
enseñanzas filosóficas que recibía el iniciado. En el transcurso de la iniciación, el
candidato atravesaba dos puertas. La primera conducía hacia abajo, a los mundos
inferiores, y simbolizaba su nacimiento a la ignorancia. La segunda conducía hacia
arriba, a una habitación muy iluminada con lámparas invisibles, en la que estaba la
estatua de Ceres y que simbolizaba el mundo superior o la casa de la Luz y la Verdad.
Estrabón afirma que en el gran templo de Eleusis cabían entre veinte y treinta mil
personas. Las cuevas dedicadas por Zaratustra también tenían estas dos puertas que
simbolizaban la vía del nacimiento y la de la muerte.
El siguiente párrafo, tomado de Porfirio, nos brinda una impresión bastante
adecuada del simbolismo eleusino: «Al ser Dios un principio luminoso que reside en
medio del fuego más etéreo, siempre permanece invisible a los ojos de aquellos que
no se elevan por encima de la vida material: en este sentido, la visión de cuerpos
transparentes, como el cristal, el mármol de Paros e incluso el marfil, recuerda la idea
de la luz divina, como la visión del oro despierta la idea de pureza, porque el oro no