Page 110 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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de  debajo  de  su  continente  y  utilizaron  para  construir  los  edificios  públicos  y  los

  muelles.  Delimitaron  con  una  muralla  cada  una  de  las  zonas  terrestres:  la  exterior
  estaba  recubierta  de  bronce:  la  intermedia,  de  estaño,  y  la  interior,  que  rodeaba  la

  ciudadela, de auricalco. Dentro de la ciudadela, situada en la isla central, estaban los

  palacios, los templos y otros edificios públicos. En su centro, rodeado por una muralla

  de  oro,  había  un  santuario  dedicado  a  Clito  y  a  Poseidón.  Allí  nacieron  los  diez
  primeros  príncipes  de  la  isla  y  allí,  todos  los  años,  sus  descendientes  llevaban

  ofrendas. El templo del propio Poseidón, cuyo exterior estaba totalmente recubierto de

  plata y sus pináculos, de oro, también se alzaba dentro de la ciudadela. El interior del

  templo  —incluidas  las  columnas  y  el  suelo—  era  de  marfil,  oro,  plata  y  auricalco.
  Dentro del templo había una estatua colosal de Poseidón, de pie en un carro tirado por

  seis  caballos  alados  y  rodeado  por  un  centenar  de  nereidas  montadas  en  delfines.

  Distribuidas  en  el  exterior  del  edificio  había  estatuas  doradas  de  los  diez  primeros
  reyes y sus esposas.

       En  las  arboledas  y  los  jardines  había  fuentes  de  agua  caliente  y  fría.  Había

  numerosos  templos  dedicados  a  diversas  divinidades,  lugares  de  ejercicio  para  las
  personas  y  los  animales,  baños  públicos  y  un  hipódromo  inmenso.  En  distintos

  lugares estratégicos de las zonas había fortificaciones y al gran puerto llegaban naves

  procedentes  de  todas  las  naciones  marítimas.  Las  zonas  estaban  tan  pobladas  que

  siempre se sentía en el aire el sonido de voces humanas.
       La parte de la Atlántida que daba al mar se describía como elevada y escarpada,

  pero en tomo a la ciudad central había una planicie —protegida por montañas famosas

  por su tamaño, cantidad y belleza— que producía dos cosechas al año; en invierno

  recibía  el  agua  de  las  lluvias  y  en  verano,  la  de  inmensos  canales  de  riego,  que
  también  se  usaban  para  el  transporte.  La  planicie  estaba  dividida  en  sectores  y  en

  tiempos de guerra cada sector aportaba su cuota de hombres y carros para combatir.

       Los  diez  gobiernos  diferían  entre  sí  en  detalles  relacionados  con  los  requisitos
  militares. Cada uno de los reyes de la Atlántida ejercía un control absoluto sobre su

  propio reino, pero las relaciones entre ellos se regían por un código grabado por los

  diez  primeros  reyes  en  una  columna  de  auricalco  que  se  alzaba  en  el  templo  de

  Poseidón. A intervalos alternos de cinco y seis años, se celebraba una peregrinación a
  aquel templo, para conceder el mismo honor a los números pares que a los impares.

  Allí,  mediante  los  sacrificios  correspondientes,  cada  rey  renovaba  su  juramento  de

  lealtad a la inscripción sagrada. También allí los reyes llevaban vestiduras azul celeste

  y tomaban decisiones. Al amanecer, escribían sus sentencias en una tablilla dorada y
  las depositaban junto a sus vestiduras, como recordatorio. Las leyes principales de los
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