Page 115 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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El mito del Dios que muere



  El mito de Tammuz e Ishtar es uno de los primeros ejemplos de la alegoría del dios

  que  muere  y  es  probable  que  sea  anterior  al  4000  a.  de  C.                    [21]   Debido  al  estado

  imperfecto de las tablillas en las cuales están inscritas las leyendas, resulta imposible
  obtener más que una versión fragmentaria de los ritos de Tammuz. Como era un dios

  del SOL esotérico, Tammuz no figuraba entre las primeras divinidades veneradas por

  los  babilonios,  que,  a  falta  de  un  conocimiento  más  profundo,  lo  consideraban  un
  dios de la agricultura o un espíritu de la vegetación. En un principio, se lo describía

  como  uno  de  los  guardianes  de  las  puertas  del  infierno.  Como  ocurre  con  muchos

  otros dioses salvadores, lo llaman «pastor» o «señor de la casa del pastor». Tammuz

  ocupa  un  lugar  destacado  como  hijo  y  esposo  de  Ishtar,  la  diosa  madre  de  los
  babilonios y los asirios. Ishtar, a la cual se consagró el planeta Venus, era la divinidad

  más  venerada  de  la  mitología  babilonia  y  la  asiria.  Es  probable  que  sea  idéntica  a

  Ashteroth, Astarté y Afrodita. La historia de su descenso a los infiernos para buscar

  —se supone— el elixir sagrado —lo único que podía devolver a Tammuz a la vida—
  es  la  clave  del  ritual  de  sus  Misterios.  Tammuz,  cuya  festividad  anual  se  celebraba

  justo antes del solsticio estival, moría a mediados del verano, en el antiguo mes que

  llevaba su nombre, y se lo lloraba con complejas ceremonias. No se sabe muy bien
  cómo  murió,  pero  algunas  de  las  acusaciones  lanzadas  contra  Ishtar  por  Izdubar

  (Nimrod)  indicarían  que,  indirectamente,  ella  como  mínimo  había  contribuido  a  su

  desaparición.  La  resurrección  de  Tammuz  era  un  acontecimiento  que  se  celebraba

  mucho y entonces se lo aclamaba como «redentor» de su pueblo.
       Con las alas desplegadas, Ishtar, la hija de Sin (el dios de la luna), baja volando

  hasta las puertas de la muerte. La casa de la oscuridad —la morada del dios Irkalla—

  se  describe  como  «el  lugar  sin  retomo».  No  hay  luz  y  sus  habitantes  se  nutren  del

  polvo y se alimentan de barro. Sobre los tornillos de la puerta de la casa de Irkalla hay
  polvo esparcido y los guardianes de la casa están cubiertos de plumas, como las aves.

  Ishtar exige a los guardianes que abran las puertas; de lo contrario —los amenaza—,

  hará añicos las jambas, golpeará los goznes e invocará a los muertos que devoran a los
  vivos. Los guardianes de las puertas le suplican que tenga paciencia, mientras van a

  buscar a la reina del Hades, de la cual obtienen autorización para que Ishtar pueda

  entrar, pero solo de la misma manera en que han llegado todos los demás a aquella
  casa  lóbrega.  Entonces  Ishtar  atraviesa  las  siete  puertas  que  conducen  hasta  las

  profundidades del infierno. En la primera puerta le quitan la gran corona de la cabeza:

  en  la  segunda,  los  pendientes  de  las  orejas;  en  la  tercera,  el  collar  del  cuello;  en  la
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