Page 78 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
P. 78
De que Simón fue un filósofo no cabe la menor duda, porque, siempre que se
conservan sus palabras exactas, sus pensamientos sintéticos y trascendentales están
expresados de maravilla. Los principios del gnosticismo se describen bien en esta
declaración literal suya, que supuestamente ha preservado Hipólito: «A vosotros, por
consiguiente, digo lo que digo y escribo lo que escribo. Y lo que escribo es lo
siguiente. De los eones [períodos, planos o ciclos de vida creativa y creada en
sustancia y espacio, criaturas celestiales] universales hay dos brotes, sin principio ni
fin, que salen de una sola raíz, que es el poder invisible, el silencio inaprensible
[bythós]. De estos brotes, uno se manifiesta desde arriba: es el Gran Poder, la Mente
Universal que todo lo ordena, masculino, y el otro [se manifiesta] desde abajo: es el
Gran Pensamiento, femenino, que todo lo produce. Por consiguiente, ambos, al
emparejarse, se unen y manifiestan la Distancia Media, el aire incomprensible, sin
principio ni fin, en la cual está el Padre que sostiene todas las cosas y alimenta
[7]
aquellas cosas que tienen principio y fin». Con esto hemos de entender que la
manifestación es el resultado de un principio positivo y uno negativo, que actúan el
uno sobre el otro, y que se produce en el plano medio o punto de equilibrio, llamado
pléroma. Este pléroma es una sustancia especial que se produce como consecuencia
de la combinación de eones espirituales y materiales. Del pléroma se diferenciaba el
Demiurgo, el mortal inmortal, ante el cual somos responsables por nuestra existencia
física y los sufrimientos que debemos padecer en relación con ella. Según el sistema
gnóstico, del Uno Eterno emanaban tres parejas de opuestos, llamadas syzygías, que,
sumadas a él, formaban un total de siete. Los seis (las tres parejas de) eones
(principios divinos vivos) fueron descritos por Simón en los Philosophumena de la
siguiente manera:«Los dos primeros eran la mente (nous) y el pensamiento (epinoia);
después venían la voz (phone) y su opuesto, el nombre (onoma) y, por último, la
razón (logismos) y la reflexión (enthumesis). De estos seis elementos primigenios,
unidos con la “llama eterna”, salieron los eones (ángeles) que formaron los mundos
[8]
inferiores siguiendo las indicaciones del Demiurgo». Ahora vamos a referirnos a la
manera en que este gnosticismo primitivo de Simón el Mago y Menandro, su
discípulo, fue ampliado y a menudo distorsionado por los adeptos posteriores al culto.
La escuela del gnosticismo se dividió en dos partes fundamentales, llamadas
habitualmente el «culto sirio» y el «culto alejandrino». Estas escuelas coincidían en lo
fundamental, pero la segunda se inclinaba más hacia el panteísmo, mientras que la
primera era dualista. Mientras que el culto sirio era en gran medida simoniano, la
escuela alejandrina brotó de las deducciones filosóficas de un cristiano egipcio muy
inteligente, llamado Basílides, que —según decía— había recibido instrucciones del